martes, 6 de julio de 2010

Splendor gótico

El espacio arquitectónico se define, además de por la estructura y articulación plástica de los elementos que lo componen, por los valores que comporta su sistema de iluminación. En los distintos estilos y lenguajes arquitectónicos la luz es algo más que un medio que nos permite ver el ámbito delimitado por la estructura. La luz, valorada exclusivamente como medio de iluminación natural, desprovista de cualquier connotación simbólica y entendida como mero elemento físico, describe una idea espacial concebida sin pretensiones trascendentes.

No obstante, la arquitectura gótica, a través de la articulación de las vidrieras o vitrales en los edificios como un auténtico muro traslúcido, creó un espacio determinado por una luz coloreada y cambiante. El sistema de iluminación gótico "finge" la desmaterialización visual de los elementos constructivos del edificio. El efecto de luz no-natural y trascendente se asocia a la imagen de un ámbito espiritual alejado de nuestras experiencias y, vivencias del mundo sensible. Para ello, una serie de convencionalismos alteran toda referencia a las funciones que desempeñan los elementos constructivos. Frente al recurso fácil del tópico de la elevación de la catedral gótica, se ha señalado cómo en la elaboración del sistema arquitectónico gótico juega un papel prioritario la tensión entre la materialidad de los elementos constructivos que la integran y el artificio que se inventa para lograr el efecto de ingravidez.

Al igual que la vidriera determina una idea simbólica de la luz basada en una metamorfosis de la luz natural, los arquitectos góticos elaboraron, como expe-riencia imprescindible para la definición del sistema, la articulación de los medios arquitectónicos dentro de una normativa óptica de ficción que alterase su apariencia y omitiese la evidencia de sus funciones. Así, el espacio arquitectónico no parece responder a las leyes de la construcción. La idea del espacio, tal como la entienden los arquitectos góticos del siglo XIII, constituye una entidad que tiene "muy poco de arquitectónica". Los arquitectos tuvieron que enfrentarse con el efecto que habían de producir con unos medios materiales, con el problema de la corporeidad del aparato arquitectónico y los valores simbólico-religiosos que querían conseguir. El sistema del muro traslúcido fue la solución que permitió desarrollar el efecto de un paramento que en ningún momento se aprecia como asentado o sostenido. A lo sumo hallamos las referencias ascendentes de los pilares enlazando con las nervaturas de las bóvedas. Para conseguirlo, los arquitectos calcularon con extraordinaria precisión el efecto óptico producido por los elementos constructivos.

El interior de la catedral gótica, como concepción figurada del espacio, crea una metáfora y un sistema visual de valores trascendentes. En este proceso de transfiguración del espacio, es vital la presencia de las vidrieras o vitrales. La función preferente que asume la vidriera en la arquitectura gótica se proyecta en dos sentidos: como medio para la configuración simbólica del espacio y como "soporte" de contenidos iconográficos en estrecha relación con los programas figurativos de la catedral. En torno a la luz, pues, se organizan dos lenguajes de características distintas, pero que forman parte de la misma lectura que nos ofrece el libro abierto de la catedral. En relación con los valores simbólicos y las metáforas visuales, la vidriera no desempeñó un papel de simple pintura sobre vidrio o de filtro creador de una "ambientación" espacial. Por ello es preciso preguntarse acerca de qué valores simbólicos comportaba este sistema espacial, de la luz coloreada y a qué motivaciones responde.

El simbolismo de los vitrales, vistos como metáforas visuales de la luz, a diferencia de la lectura parcial que ofrecen los temas iconográficos, se propone como una idea trascendente que abarque la totalidad del interior y visualice el tema de Dios como luz del mundo. La base doctrinal de esta idea no se elaboró ad hoc para su plasmación en la catedral gótica, sino que existía previamente en una tradición literaria que se remonta a los primeros tiempos del Cristianismo. En la época en que se construyen las catedrales góticas este simbolismo religioso alcanza un inusitado desarrollo. Witelo distingue entre la lux universalis (Dios) y la lux corporalis (manifestación o expresión de Dios) o, lo que es lo mismo, entre lux como sustancia espiritual y lumen como sustancia material. La luz del interior gótico, a través del proceso de transformación desarrollado por el filtro de las vidrieras, se presenta como contraposición de la luz natural (lux corporalis) encarnando la idea del símbolo de la lux spiritualis o imagen de Dios. A través del artificio de la luz no-natural del interior gótico se estructura todo un complejo sistema de metáforas visuales que simbolizan la idea de la divinidad. Su origen literario se remonta a las referencias existentes en los Evangelios en los que se asocia la figura de Cristo con la lux vera. San Lucas dice que Dios es “luz para la iluminación de las gentes” (San Lucas 2 : 32). San Juan establece una comparación similar y pone en boca de Cristo las palabras: “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no anda en tinieblas sino que tendrá luz de vida” (San Juan 8 : 12).

Este valor de la luz, como metáfora y símbolo de la divinidad, pasando por los Padre de la Iglesia se prolonga durante la Edad Media hasta el punto de convertirse durante los siglos XII y XIII en el centro de toda reflexión sobre lo bello. Tanto Hugo de San Víctor como Santo Tomás de Aquino coinciden en la definición de lo bello como consonancia de partes y luminosidad. En realidad, todas las aproximaciones en torno a la definición de lo bello establecen una asociación entre esta idea y las de luz y fulgor. San Buenaventura, en De Intelligentii, afirma que la perfección de un cuerpo depende de su luminosidad y que la luz es la fuente de toda perfección.
A causa de ello, un objeto será tanto más noble cuanto mayor sea su grado de luminosidad debido a que esta luminosidad y, este esplendor son una participación del esplendor de Dios. De esta manera, la luz, como uno de los elementos que simbolizan la idea de lo inmaterial, que atraviesa el vidrio sin alterarlo, servía a la perfección para desarrollar metafóricamente la idea de la omnipresencia divina. Esta idea de que la luz puede penetrar, sin romperla, en una sustancia material fue utilizada como metáfora explicativa de ciertos misterios. La luz que atraviesa las vidrieras de la iglesia lo hace sin "alterar" el soporte físico de las mismas, lo mismo que "la luz divina penetra por el universo". El vidrio, sustancia de materialidad palpable, deja pasar la luz. La idea fue utilizada como metáfora explicativa del misterio de la Encarnación, por mencionar sólo el más importante.

La luz, el brillo y el fulgor fueron también valores con categoría de símbolo en un sutil y sofisticado complejo de objetos de culto. El oro y las piedras preciosas aparecen asociados durante la Edad Media a dos conceptos: el de la luminosidad a causa del brillo y fulgor que desprenden, y el de la riqueza. En torno a ellos se fijó todo un sistema de valores figurados. La referencia a la luz no natural se estableció, también, en torno a los objetos de culto realizados con estos materiales. Sin embargo, las connotaciones que ofrecen, en relación con las ideas de riqueza, prestigio y poder, descubren la clave de las funciones inmediatas, dentro del marco de la sociedad de su tiempo, de este sistema de metáforas visuales, tanto en lo referente a los principios que regulan la iluminación del espacio del edificio religioso cómo de los objetos de culto que en él se encuentran.

2 comentarios:

  1. ¿qué puede haber más hermoso que una catedral gótica?

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  2. Con la luz del amanecer filtrándose por las vidrieras, pocas cosas.

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