Sus principios establecían que el cerebro es el órgano de la mente, y que la mente posee un conjunto de facultades mentales; cada una representada particularmente por una parte diferente u "órgano" del cerebro. Estas áreas eran consideradas proporcionales a las propensiones individuales de la persona y de sus facultades mentales. Las diferencias entre las diferentes áreas estaría reflejada en la forma exterior del cráneo.
La frenología, que se ocupa de la personalidad y el carácter, difiere de la craneometría (el estudio del peso, tamaño y forma del cráneo), así como de la fisionomía (estudio de los rasgos faciales). Sin embargo, todas estas disciplinas aseguran predecir conductas o capacidad intelectual. En un tiempo fueron practicadas intensamente en el campo de la antropología/etnografía y en ocasiones utilizadas para justificar "científicamente" el racismo. Aunque algunos principios de la frenología están hoy bien establecidos, la premisa básica de que la personalidad está determinada por la forma del cráneo es considerada falsa por casi todo el mundo.
Los jefes de las congregaciones sacerdotales de Egipto, lo mismo que los filósofos griegos; en una palabra, los hombres iniciados en las ciencias elevadas de la antigüedad, se dedicaron a leer en el semblante, en el cráneo, en el cuerpo del hombre, la predestinación con que éste venía al mundo. Entonces se pretendió reconocer, sin más que la inspección de una cabeza, los instintos, los sentimientos y hasta la capacidad intelectual del individuo correspondiente. En Egipto, y más aún en Grecia, los artistas aplicaron esa ciencia, constituída en principios, a sus más notables producciones, y obtuvieron una configuración de la cabeza que estaba en armonía, por sus signos exteriores, con los atributos y facultades atribuídos a los dioses o a los héroes que se quería presentar al pueblo bajo sus formas más palpables. Los pintores o escultores griegos, poetizando la naturaleza lo mismo que las virtudes, tuvieron en cuenta esas condiciones al representar a Hércules, tipo divinizado de la fuerza y del vigor; a Mercurio, tipo de la actividad y del trabajo; a Venus, tipo del amor; a Minerva de la sabiduría, &c.
Cuando los vicios del pueblo romano, las invasiones de los bárbaros y la potencia brutal del feudalismo destruyeron y borraron los restos de aquella admirable civilización, fué preciso trazar de nuevo el camino que debía recorrer la humanidad, y entre los estudios que era preciso reconstituir ocupó importante lugar la Frenología. Muchos trabajos acerca de este asunto pasaron inadvertidos; otros quedaron anulados por la ignorancia; algunos pasaron a la posteridad.
Los escritos más antiguos acerca del particular parecen ser los de Platón y Aristóteles. En el siglo IX de nuestra era, Avicena intentó la localización de las facultades cerebrales, y en el siglo XIII Alberto el Grande, obispo de Ratisbona, dibujó una cabeza en la cual procuró determinar el sitio en que radican las diferentes facultades humanas; colocó el sentido común en la frente o en el primer ventrículo; el juicio en el segundo; la memoria y la fuerza motriz en el tercer ventrículo del cerebro. Análogas tentativas se hicieron en Italia a fines del siglo XV. Pedro de Montagna publicó en 1491 su obra, adornada con una lámina que representaba la cabeza, en la cual había trazado el sitio del sentido común, de la imaginación, &c. En 1562 Luis Dolei inventó un sistema de Frenología que tenía muchos puntos de contacto con el de Gall. Posteriormente Descartes, Gardon, Willis, Boerhaave, Kant, Bonnet, Vicq-d'Azyr, &c., publicaron trabajos que contribuyeron poderosamente a consolidar el método frenológico.
Cuando Gall, en 1781, llegó a Viena y comenzó a vulgarizar su doctrina, ésta no pasaba de ser un conjunto de las ideas y sistemas de sus predecesores. Pero, como hombre inteligente y no menos convencido, comprendió que en su sistema había muchos puntos vulnerables expuestos a controversia; quiso perfeccionarle; hizo observaciones repetidas, y obtuvo importantes resultados, hasta conseguir el objeto que se proponía. En 1804 fue cuando Gall se asoció a Spurzheim, y desde entonces ambos sabios continuaron sus investigaciones comunes acerca de la anatomía y fisiología del sistema nervioso, y en particular del cerebro, coinsignándolas en su monumental obra.
Gall admitió 27 órganos; con los añadidos por Spurzheim y otros frenólogos, este número se elevó hasta 38. De estos 38 órganos se han atribuido 10 a los instintos, 12 a los sentimientos o facultades morales, 14 a las facultades perceptivas y dos a las reflectivas.
Los instintos, necesidades, impulsos, ocupan la parte inferior del cráneo en toda su circunferencia, excepto la frente, en esta forma: 1.º La amatividad o amavidad, o instinto generador, que puede engendrar el amor apasionado. Reside en el cerebelo; forma dos relieves: uno en el lado izquierdo y otro en el derecho, por debajo de la línea curva occipital. 2.º La filogenitura, o amor a nuestros hijos. Relieve más considerable de la protuberancia occipitaI. 3.º La habitatividad o concentratividad, que es el gusto de su casa, y más generalmente el hábito de concentrar el espíritu en un objeto. Relieve que rodea la eminencia occipital. Algunos frenólogos separan estas dos últimas facultades, colocándolas siempre en la zona antes indicada. 4.º La afeccionividad o adhesividad, impulso a simpatizar con las personas o cosas. Relieve hacia la parte mediana del borde posterior del parietal. 5.º Combatividad, ardor por la lucha, valor, intrepidez. Relieve por encima de la oreja, hacia la unión de la apófisis mastoides y de la porción escamosa del temporal. 6.º Destructividad, crueldad. Relieve por encima de la oreja, en la parte posterior y superior de la porción escamosa del temporal. 7.º Alimentividad, que conduce a la glotonería y a la embriaguez. No lo admiten todos los frenólogos. 8.º Secretividad, instinto que a veces tiene mucho de hipócrita, y que puede dar lugar a la discreción. Relieve por delante del anterior, un poco por encima y delante del de la destructividad. 9.º Adquisividad, tendencia a adquirir: conduce al robo, a la avaricia. Relieve por encima y delante del que se acaba de mencionar. 10.º Constructividad, disposición a las combinaciones, a los proyectos, principalmente cuando se trata de la industria o de las artes mecánicas. Relieve en la parte más extensa del hueso frontal.
Las doce facultades morales residen en toda la parte del cráneo colocada por encima de la anterior, excepto la frente. Se ha expresado gráficamente esta disposición diciendo que, en un individuo que lleva sombrero, las facultades morales o afectivas hállanse por debajo del sombrero, mientras que los instintos se desbordan hacia abajo. Estas doce facultades son: 1.ª La estimación de sí mismo, de la cual derivan la dignidad y el orgullo. Forma relieve en la parte posterior del vértice de la cabeza hacia el ángulo biparietal. 2.ª La aprobatividad, deseo de la aprobación, que conduce a la vanidad, a la ambición. Relieve a derecha e izquierda del anterior, cerca del ángulo postero-superior del parietal. 3.ª La circunspección, que conduce a la irresolución, a la duda. Relieve exagerado de las eminencias parietales. 4.ª La benevolencia o dulzura. Relieve por delante del vértice de la cabeza, cerca de la extremidad de la sutura frontal. 5.ª La veneración, disposición al respeto, a la adoración, a las ideas religiosas, y, por consiguiente, al servilismo, a la superstición. Relieve del punto culminante de la cabeza, que algunas veces toma una forma oblonga, afilada como un pilón de azúcar. 6.ª La firmeza, la perseverancia. Relieve situado por delante del de la estimación de sí mismo, en la parte superior de los parietales. 7.ª La concienciosidad, amor del deber, de la verdad, del formalismo. Relieve por debajo de las eminencias parietales. 8.ª La esperanza, que predispone a una fe ciega, a las empresas irreflexivas. Relieve por delante del anterior. 9.ª La maravillosidad o admiratividad, amor de lo maravilloso, credulidad. Relieve del parietal por delante del que acabamos de citar, debajo y delante del de la veneración. 10.ª La idealidad, sentimiento de lo bello, de las ideas metafísicas, tendiendo a alejarse de la realidad y de la verdad. Relieve del temporal, por debajo del de la maravillosidad. 11.ª El buen humor, causticidad, tendencia a las bromas, aptitud para la alegría. Relieve por delante de las eminencias frontales, delante y debajo del correspondiente a la maravillosidad. 12.ª La imitatividad, disposición a la mímica, a la pantomima, y que se manifiesta en el gesto con el cual se pretende expresar lo que se habla. Relieve a los lados del sitio de la benevolencia.
Todos los órganos de las facultades intelectuales se hallan situados en la región frontal. Los catorce perceptivos son los siguientes: 1.º El órgano de la individualidad, que obliga al hombre a concentrar sus estudios en objetos particulares, individuales, y a ocuparse en las ciencias naturales. Reside en la raíz de la nariz; el desarrollo del órgano a que nos referimos hace sea mayor el espacio que separa ambos ojos. 2.º El órgano de la extensión, situado a los lados y por debajo del anterior, hacia el ángulo interno de la órbita. 3.º El órgano de la configuración o prosopognosis, aptitud para comprender y retener la figura de las cosas: las personas en quienes está desarrollado ese órgano son buenas fisonomistas y conservan la memoria de las personas. Reside por debajo del anterior, a los lados de la raíz de la nariz. 4.º El órgano de la resistencia y del peso: situado a la derecha y un poco por encima del precedente, hacia la parte interna del reborde orbitario superior. 5.º El órgano del color, o de la cromática, situado hacia la parte media del mismo reborde. 6.º El órgano del orden, que preside la clasificación de los objetos, de las ocupaciones, situado por fuera del anterior. 7.º El órgano de los números, aptitud para las ciencias matemáticas: situado hacia el ángulo externo de la órbita. 8.º Organo de las palabras (onomatisofía), memoria de las palabras. Reside en el fondo de la órbita, en el lóbulo anterior del hemisferio cerebral. 9.º El órgano del lenguaje (glosomacia), aptitud para aprender los idiomas: situado por encima del anterior. 10.º Organo de la localidad o cosmognosis, que crea la aptitud para comprender la situación respectiva de los objetos y facilita la memoria de los lugares. 12.º Organo de la eventualidad o docilidad, o memoria de las cosas, o educabilidad; colocado en la parte media de la frente, por encirna del órgano de la individualidad. 13.º Organo del tiempo, que preside el sentimiento de la duración de los intervalos de tiempo. Situado por fuera del órgano de la eventualidad y encima del de la localidad. 14.º Organo del tono, de la música: sentido de la armonía, de la melodía, diferente del ritmo. Reside en la región temporal, por fuera del anterior.
Finalmente, los dos órganos de las facultades intelectuales reflectivas son: 1.º el órgano de la comparación, sagacidad comparativa, espíritu de analogía, colocado en la parte media de la frente, por encima del órgano de la eventualidad; y 2.º el órgano de la causalidad, situado en el lado externo del anterior.
En la enumeración que precede no se halla incluído el órgano de la sublimidad, que admiten muy pocos frenólogos, ni tampoco el de la observación inductiva, caracterizado por la reunión de los referentes a la sagacidad comparativa, la causalidad y el buen humor.
Por lo demás, las ideas de Gall y sus discípulos, tan famosas en otro tiempo, apenas ofrecen hoy más que un valor histórico, sobre todo desde que trabajos numerosos y relativamente recientes acerca de las localizaciones cerebrales han establecido el verdadero papel que desempeñan determinadas porciones del encéfalo. De cualquier modo, es evidente que esa clasificación de los instintos y de las facultades morales e intelectuales, arbitraria por muchos conceptos, no podía tener su representación exacta en los órganos cerebrales. Era asimismo increíble que el predominio de cada uno de esos diversos órganos se manifestara al exterior por cambios de volumen o dimensiones en las partes correspondientes del cráneo.
Gall, por ejemplo, colocaba en el cerebelo el sitio del amor. Asistió dicho médico a una joven viuda a quien era tan molesta la continencia propia de su estado que experimentó verdaderos accesos de ninfomanía, durante los cuales aquejaba tensión extraordinaria y gran calor en la nuca. Cierto día, estando sosteniéndola en uno de sus accesos, asombróse Gall al ver la amplitud de aquella región y el calor que en ella se notaba. Con tal motivo, examinó las cabezas de algunos hombres muy propensos al amor, las comparó con otros hombres en quienes esa pasión era poco pronunciada, y siempre observó que los primeros tenían la nuca muy desarrollada, mientras que los otros nada ofrecían de particular. Averiguó, además, que «los animales que no cohabitan carecen de cerebelo; que el desarrollo de este órgano se detiene por la castración; que el volumen del cerebelo es mayor en el sexo masculino (que tiene más imperiosos instintos de reproducción) que en el femenino; que, en el hombre, el cerebelo no se desarrolla por completo hasta los dieciséis años próximamente, es decir, cuando comienzan a sentirse los impulsos sexuales; que las lesiones del cerebelo excitan o aniquilan, según los casos, los deseos venéreos.» Pues bien, muchos eminentes fisiólogos y patólogos contemporáneos han demostrado la inexactitud de tales afirmaciones, observando que Ia casos de erección en las afecciones del cerebelo no son más comunes que los que se observan en las enfermedades de otras partes del encéfalo.
Con todo, la doctrina de Gall se apoyaba en un dato que cada vez va haciéndose más positivo, a saber, que la inteligencia y los sentimientos tienen sus centros de acción en el encéfalo. Esos centros de acción no se hallan separados por límites fijos y evidentes; pero, sin embargo, parece innegable que el dominio de los apetitos, de los instintos, está, en conjunto, separado anatómicamente del de las facultades intelectuales.
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