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martes, 2 de noviembre de 2010

De la piedra de oro

Del segundo grado del signo de Géminis es la piedra del oro.De naturaleza, es caliente y húmeda y es, de los metales, el más noble, por que la nobleza de la virtud del Sol aparece más manifiestamente en él. Piedra es que aman y aprecían mucho los hombres; es muy pesada, más que otra alguna que se halle en mina ni sobre la tierra, y no hallan de ella grandes pedazos, mas siempre menuda, en las arenas del mar o ded los ríos. En muchas partes del mundo es hallada, mas la mejor de todas es la que se halla en España en la parte de Occidednte. Dede color es amarillo, y cuando la limpian y la bruñen, crece más en su amarillor y hácese clara, mas no transparente. Y si mucho la bruñen, esclarece tanto que se pueden en ella mirar, como en espejo.
Tiene tal virtud que cuando la liman y mezclan las limaduras con alguna otra cosa que dan de comer o a beber al que tiene temblor de corazón o flaqueza, ayúdale; eso mismo hace al que tiene miedo por razón de melancolía. También sana o hace gran provecho al que es tiñosos o tiene una enfermedad que se mesan los cabellos, a que llaman alopecia. Y es buena también para hacer con ella quema, porque no hace ampolla y las hace curar más pronto.

La naturaleza de la piedra de este metal es que cuando la mezclan con arambre, tórnase como vidrio y quiebra, pero incorpórase con él. Y también si lo mezclan con estaño, tórnase negro y, si con plata lo mezclan, recibe la blancura de ella y así hace con cada metal. Por eso, los que se ocupan dee la laquimia, a que llaman la obra mayor, deeben parar mientes que no dañen el nombre del saber, pues alquimia tanto quiere decir como maestría para mejorar las cosas, que no empeorarlas. De donde, los que toman los metales nobles y los mezclan con los viles, no entendiendo el saber ni la maestría, hacen que no se mejore el vil y dáñase el noble, y así hacen gran yerro en dos maneras: la una, que van contra el saber de Dios, y la otra, que hacen daño al mundo.

Pero si el oro estuviere dañado con otrro cuerpo vil, deben con él meter, al fundir, azufre, y mezclar con él piedra que dicen marcasita; que esto le aparta de todos los otros metales y límpiale dee toda suciedad. Y esto es porque el azufre y, por eso, tiñen el cobre bermejo con ella en color de oro, y eso mismo hace a la plata, si la saben mezclar con ella, pero estas obras no son duraderas.¿Qué os diremos? Las noblezas y las virtudes del oro son tantas que sería largo cosa decir, pero hay algunas manifiestas, como (borrado por humedad) cuando ven los hombre el orodales gran alegría al corazón y tiénense con él por más ricos que con otra cosa que puedan tener y, además, todas las cosas que quieren hacer nobles y ricas, de ello las hacen, más que de otro metal; y ayuda para muchas cosas en el arte de la física, que no convienen a decir todas en este libro.

Tiene una propiedad sola, muy maravillosa: que si hicieren de él una sortija y que sea la piedra de lo mismo, y la calentaren y la quemaren con ella las alas a las palomas, cuando las meten en el palomar, nunca más irán a morar a otro lugar, aunque les crezcan las alas. Algunos dijeron, contra esta razón, que más pensaban que estaba esta propiedad en la figura de la sortija que no en el oro, pues, si en el oro estuviese, con cualquier forma lo haría.

Mas el que este libro compuso dijo que pensaba que venía la virtud de ambos, porque la sortija no podía esto hacer siendo de otro metal, sino de oro.

De algunos oros que hay son de mal color por sí, dijeron algunos de los sabios que se ocuparon de la obra mayor, que si tomasen la piedra amarilla, aquella que es muy conocida de los orífices (de que hablaremos más adelante en este libro, en su lugar), la molieren y echaren los polvos de ella sobre el oro mal coloreado cuando es fundido, lo torna de buen color, y es una de las obras de alquimia derecha y verdadera, pues hace lo malo bueno.

La estrella que está en el hombro derecho de la figura del Hombre sostenedor de las Riendas, tiene poder y señorío sobre esta piedra, que de ella recibe la virtud; y por ello, cuando ésta estuviere en el ascendente, muestra esta piedra más manifiestamente sus obras.

Recordemos que el oro era un metal especialmente significativo, no sólo para los alquimistas, sino que repercutía y era adorado por la sociedad en general. En la Edad Media, se había disminuido el numerario, por lo que predominó el trueque o el uso de una moneda primitiva, por lo que se hizo muy difícil la posesión de monedas de oro, y aumentó el deseo y la fiebre por hacerse con el noble metal y poder fraccionarlo. Curiosamente su división en monedas llegó a tener un sentido religioso, pues parece que el acto de trocear puede ser considerado como un rito de carácter religioso, idea defendida por B. Laum en alguna de sus obras, e incluso se le atribuye a un santo la división del oro en monedas. Por otro lado, el propio metal tenía un carácter legendario, ya que se especulaba con la “receta” de convertir el vil metal en oro, objeto de investigación de los alquimistas, acogiéndose al principio básico de los alquimistas: convertir lo impuro en puro, lo vil en noble, en la eterna búsqueda de la piedra filosofal, la madre de todos los secretos.

Como no, un metal tan preciado tenía que incluirse en una obra como ésta, y la búsqueda de este metal si es un noble objetivo, pues el propio autor así lo afirma cuando dice: “y es una de las obras de la alquimia derecha y verdadera: pues hace lo malo bueno”. ¿ No sería acaso la transformación del vil metal en oro, un claro paradigma de la verdadera labor de la alquimia, (transmutar lo impuro y hallar la pureza), para poder justificar la práctica de la alquimia y la inclusión de esta disciplina en la obra?...a mi juicio, el autor aprovecha un ejemplo más que significativo y provechoso, para justificar la alusión de la práctica alquímica, dejando claro, la proclama del uso correcto de la alquimia, alejándola de aquella otra alquimia prostituida y maltrecha, llevada a cabo por los “embaidores”.

Por otro lado, en el texto, se comentan aspectos relacionados con el metal en cuanto a sus propiedades intrínsecamente físicas, pero también se le otorga propiedades curativas, que parece acercar el prestigioso metal, a la sabiduría popular, cuando es considerado como un remedio para los problemas de corazón o incluso de alopecia. También se alude a otras propiedades, que parecen escapar al mundo del esoterismo y a la magia simbólica, por ejemplo al referirse al anillo, objeto que por su forma circula ya arranca de un pasado profundamente mágico, fabricado en oro que ejerce un extraño poder sobre las palomas, impidiendo su vuelo.

Cuando valoramos todas estas ideas, advertimos cierta oscuridad que queda reflejada entre líneas: se ofrecen remedios curativos, se aluden propiedades maravillosas, se protege la práctica de la alquimia porque se hace con buenos fines etc., pero si domina y salvaguarda un mundo que se escapa de las meras leyes naturales, ¿ conoce el autor, un universo mágico, esotérico?, ¿nos ofrece todo lo que sabe, o simplemente varias pinceladas de una obra que no se atreve a mostrar?...nos preguntamos si ¿quiere realmente proteger la obra al no incluir material censurable o realmente quiere insinuarle al lector, que posee conocimientos sobre otros tipos de virtudes de las que no se atreve a decir dada su oscura naturaleza? ...Hay tanta simbología impregnada en estas páginas, tantas materias distintas, y tan diversas fuentes, que se nos hace complicado responder, pero de lo que es cierto, es que el autor de Lapidario, es consciente en todo momento de la trascendencia de sus palabras, por lo que no sería extraño pensar, que oculta más de lo que enseña y justifica lo que muestra.

La Alquimia en el "Lapidario" del Alfonso X El Sabio, María Del Rosario Delgado Suárez

martes, 28 de abril de 2009

El Diamante de la Esperanza

El Diamante Hope (también conocido como "Diamante Azul" y "Diamante de la esperanza") es un diamante de color azul marino, con un peso estimado en 45,52 quilates. A simple vista, aparenta tener un tono azul brillante en su superficie, debido a que contiene algunos fragmentos de boro en su interior. Presenta fluorescencia roja a través de la radiación ultravioleta y tiene un valor estimado de 200 a 250 millones de dólares. Con el paso del tiempo, se ha convertido en una pieza legendaria por la supuesta maldición que alcanza a sus respectivos poseedores. Numerosos rumores señalan que es el culpable de las desgracias que les ocurrieron a cada uno de sus dueños. El 10 de noviembre de 1958, fue donado al Museo Nacional de Historia Natural de la Institución Smithsonian por el joyero estadounidense Harry Winston, quien lo envió, en un sobre de papel de estraza, por medio del servicio postal nacional. A partir de entonces, forma parte de la colección nacional de gemas del museo.


El Diamante de la Esperanza tiene su origen en el diamante Tavernier Azul, que inicialmente se encontraba en la mina Kollur, ubicada en Golconda, India. El diamante se caracterizaba por tener una forma triangular y un peso de 115 quilates (equivalente a 22,44 gramos). Su nombre se debe al comerciante francés Jean-Baptiste Tavernier, quien adquirió la gema entre los años 1660 y 1661. De acuerdo a la leyenda, el Tavernier Azul fue tallado por una antigua deidad del sol y había sido robado del ojo de un ídolo esculpido en honor a la diosa hindú Sītā. El diamante es legendario por todas las supuestas desgracias que ha alcanzado a sus respectivos poseedores. Dicha maldición es atribuida al hurto de la misma de un templo edificado en honor a la diosa Sītā. El primer poseedor de la joya fue Jean-Baptiste Tavernier, quien donó el diamante original (cuyo peso se estimaba en 115 quilates) al rey Luis XIV de Francia. Después de vender la joya, Tavernier cayó en quiebra y huyó a Rusia, en donde sería hallado muerto de frío, mientras el cadáver había sido devorado por alimañas.


Como se ha señalado previamente, en 1668 Tavernier lo vende al rey Luis XIV de Francia. El joyero real de la corte, Sieur Pitau, lo corta para originar una nueva piedra de 67 1/8 quilates (13,4 gramos). Dicho trozo mineral comenzó a ser conocido como el "Diamante Azul de la Corona" (aunque también se conocía como el "Azul Francés"). Durante algunas ceremonias, el rey solía llevarlo al cuello incrustado en un colgante de oro. En el año 1691, Madame de Montespan, amante del rey, quiso que Luis XIV le obsequiara el diamante. Poco después, cayó en desgracia y murió olvidada en 1707. En el año 1715 el embajador del Sha de Persia visita al rey de Francia, y éste le muestra el diamante, para que viera que el objeto no podía hacerle ningún mal. Luis XIV murió ese mismo año, de manera inesperada. Con su muerte, muchas personas comenzaron a creer que el diamante causaba desgracias a su poseedor correspondiente. El siguiente rey, Luis XV de Francia no mostró mayor interés en la gema y ordenó conservarla en un cofre, aunque en 1749 lo coloca en su Toisón. Tras su muerte, el mineral dejó de usarse como insignia. A su llegada a la corona, el rey Luis XVI de Francia le regaló el diamante a María Antonieta de Austria, para que lo agregase a su colección de joyas. En 1774, ella decidie portar el diamante y, a veces, prestárselo a la princesa de Lamballe. Debido a que Maria Antonieta, su esposo y la princesa murieron en la guillotina, se ha atribuido también al diamante azul el asesinato de éstos.

Durante la Revolución Francesa, en 1792, el colgante fue robado. Uno de los responsables, el cadete Guillot, lo llevó a la ciudad El Havre. Después, lo transportó a Londres con el fin de comercializarlo. Cuatro años después del hurto del mismo, en 1796, Guillot fue encarcelado cuando intentaba venderlo en Lancry de la Loyelle. En 1812, el diamante fue ofrecido en Londres por un joyero a un traficante de diamantes llamado Daniel Eliason, quien cortó el diamante. El rumor de las desgracias atribuidas a la supuesta maldición, concluyó en que lo vendiese rápidamente al rey Jorge IV de Inglaterra. La muerte del rey se atribuye también al uso del diamante, que había sido incrustado en su corona. El diamante permaneció oculto hasta 1820, cuando el holandés Wilhelm Fals lo compra a unos ladrones para cortar la joya en dos. La primera fue adquirida por Carlos Federico Guillermo, duque de Brunswick. Más tarde, el duque cayó en quiebra. La segunda la conservó el holandés. El hijo de Fals optó por robarle la joya a su padre y venderla al francés Beaulieu. Se atribuye al hurto de la joya, la muerte de Fals y su hijo, quien se suicidó tiempo después.

En 1824, el diamante reapareció en el contexto histórico, al formar parte de la colección de gemas de Henry Phillip Hope. En ocasiones, Hope solía portarlo en una fíbula ó se lo enviaba a Louisa Beresford, esposa de su hermano Henry Thomas Hope, quien lo usaba para algunos bailes formales. Tras la muerte de Phillip Hope, acaecida en el año 1839, sus tres sobrinos intentaron obtener la herencia de la colección de gemas de su tío hasta que, diez años después, Thomas Hope la adquirió, incluyendo al diamante Hope. Tiempo después, la colección fue exhibida durante la Gran Exposición de Londres, en 1851, así como en la Exposición Universal de París, en 1855. Sucesivamente, la colección de gemas pasó a ser heredada por cada uno de los descendientes de la familia Hope. Cuando Henry murió, en el año 1862, su esposa Adele heredó las gemas. Tras la muerte de ésta, en el año 1884, la herencia recayó en su hija, Henrietta, quien contrajó matrimonio con el duque Henry Pelham-Clinton. Cuando ambos murieron, le tocó el turno a su hijo Henry Francis Pelham-Clinton Hope, quien recibió su herencia hasta el año 1887. Sin embargo, debido a que sólo estaba interesado en una sola persona para su herencia, estuvo obligado a no vender la colección, sin previo permiso de la corte. El 27 de noviembre de 1894, Francis Hope contrajó matrimonio con su amante, la actriz estadounidense May Yohe. Yohe expresó que ella únicamente había portado el diamante durante algunas reuniones literarias (incluso, decidió crear una réplica exacta para dichas reuniones), aún cuando Hope lo desconocía. En el año 1896, Hope se declaró en quiebra y, como era incapaz de vender el diamante Hope sin el permiso de la corte, su esposa lo apoyó económicamente. Fue hasta el año 1901 cuando, finalmente, Hope pudo vender la gema, mientras que Yohe y él se divorciaron al año siguiente.


Hope vendió el diamante por £29,000 a Adolf Weil, un joyero inglés. Más tarde, éste la vendió al coleccionista de diamantes estadounidense Simon Frankel, quien lo llevó consigo a Nueva York. Durante esa época, en Estados Unidos, el diamante Hope estaba valuado en $141,032 (equivalente a £28,206). En el año 1908, Frankel vendió la gema al francés Salomon Habib por $400,000. Sin embargo, el diamante fue revendido en una subasta, llevada a cabo el 24 de junio de 1909, junto con otras posesiones materiales de Habib. De esta manera, el siguiente poseedor fue el comerciante francés Rosenau, quien lo compró por $80,000. Al año siguiente, Rosenau vendió finalmente el diamante Hope al joyero Pierre Cartier por un monto de 550,000 francos.

El siguiente poseedor del diamante (ya había sido portado por la familia Hope) fue el príncipe Iván Kanitowski. Kanitowski obsequió el diamante a una vedette, a quien días después asesinaron. Los siguientes propietarios de la joya (el griego Simón Montarides, Abdul Hamid II y la familia MacLean) también tuvieron muertes trágicas, la mayoría de ellas aún atribuidas al uso del diamante Hope.


En el año 1911, Cartier decidió comercializar la joya y venderla a la socialité estadounidense Evalyn Walsh McLean, quien inicialmente negó haberla comprado. A pesar de sus declaraciones, la gema fue vista en algunas reuniones que McLean organizó. A su muerte, en el año 1947, el diamante recayó, de acuerdo a su testamento, en sus nietos. Sin embargo, éste tuvo que ser apropiado por otros beneficiarios, puesto que la herencia sólo podría efectuarse hasta que el mayor de ellos cumpliera sus 25 años de edad. Lo anterior significaría una espera de 20 años más. Los beneficiarios obtuvieron el permiso de la corte para venderlo y saldar sus deudas económicas pendientes. En el año 1949, el comerciante estadounidense Harry Winston compró la joya.


Winston exhibió el diamante Hope en su "Corte de Joyas", una colección de gemas expuesta en diferentes museos e institutos de Estados Unidos. A mediados de 1958, Winston optó por realizar algunos cortes geométricos en el diamante, con el fin de incrementar su brillo. Más tarde, lo donó al Museo Nacional de Historia Natural de la Institución Smithsoniana, el 10 de noviembre de 1958.A partir de entonces, se ha vuelto legendario por la supuesta maldición que alcanza a sus respectivos poseedores. Desde el año 1958, es una de las joyas más visitadas en el Museo Nacional de Historia Natural de la Institución Smithsoniana.