La realización de las esculturas anatómicas ha respondido siempre a dos objetivos fundamentales, ceñidos a aspectos pedagógicos y, en menor grado, estéticos o artísticos. La búsqueda de nuevas formas de ilustrar y comprender la estructura y funciones del cuerpo humano ha guiado de manera relevante la producción de dichas piezas. La persistencia de dichas preparaciones a lo largo del tiempo, con la única variación de los materiales de confección de las mismas, explica la popularidad que estas formas de representación de la anatomía humana, normal y patológica, han tenido como complemento de comprensión pedagógica en las facultades de medicina. No se puede afirmar que unas formas de representación sustituyeron a otras de manera definitiva desde la irrupción de la imprenta y el uso del grabado ilustrado a partir del siglo XV. En este sentido, las diversas formas de representación de la anatomía humana - la ilustración, el dibujo, la pintura, la preparación escultórica, la fotografía, la microfotografía, las placas de rayos X, las imágenes por ultrasonidos, etc.- no han hecho sino superponerse unas otras a lo largo del tiempo, siempre contribuyendo a la comprensión del cuerpo humano, en salud y en enfermedad, observado, sobre todo, a partir de la disección anatómica del cadáver.
La representación de tipos humanos perfectos alcanzó en las obras del arte clásico un esplendor de sobras conocido. Entre aquellas obras, las reproducciones de Venus figuran de forma especial. La producción artística que giró en torno al tema de Venus consiguió un esplendor mayor a finales del siglo XV, a partir de los frutos de la relación establecida entre la familia Médicis y pintores como Botticelli, recuperando de este modo el mundo clásico y sus cánones de belleza. La recuperación de estas piezas de cuerpo entero por parte de la anatomía se produjo a finales del siglo XVII, desarrollando una interesante producción de preparaciones a lo largo de la segunda mitad del siglo XVIII y la primera mitad del siglo XIX, sobre todo gracias a la escuela ceroplástica de Florencia. Son conocidos los trabajos llevados en este período por parte del escultor italiano Gaetano Giulio Zumbo a partir de los modelos anatómicos preparados por el cirujano francés Guillaume Desnoues en el tránsito hacia el siglo XVIII. Sin embargo, fue en "La Specola" de Florencia desde donde se popularizó la producción de ceras anatómicas, gracias a los trabajos de las parejas de anatomistas y modeladores formadas por Felice Fontana y Giuseppe Ferrini, por un lado, y Antonio Mateucci, Paolo Mascagni y Clemente Susini, por otro, influyendo en otros escultores y escuelas italianas contemporáneas, como la representada por Ercole Lelli en Bolonia o por Francesco Antonio Boi en Cagliari, y difundiendo su obra en colecciones tan importantes como la que hoy día preserva el museo Josephinum de Viena.
El desarrollo de esta anatomía artificial se produjo como respuesta a los problemas que planteaba el estudio de la anatomía humana a través del cadáver, de la disección anatómica. La práctica disectiva y la disposición de cadáveres para la formación médica planteaba problemas constantes. Por una parte, el rechazo general de la población hacia estas prácticas y las reticencias de la Iglesia a la manipulación del cuerpo muerto supusieron una fuente constante de conflictos entre los médicos y cirujanos, los hospitales y las autoridades locales. Por otra parte, a pesar de que la práctica de la disección era común en el arco mediterráneo desde la baja edad media y se llevaba a cabo de forma habitual en las universidades, la operación presentaba no pocos problemas relacionados con la rápida descomposición de los cadáveres. Las disecciones se acostumbraban a efectuar en los meses de invierno, ya que los problemas de conservación, mantenimiento y olores se ponían de manifiesto de forma inmediata. Así, los modelos anatómicos se plantean como una respuesta a este rechazo y como un medio de resolver la formación práctica de los estudiantes con independencia de la disponibilidad de cadáveres.
En las figuras de cuerpo entero, como la Venus anatómica, domina un intenso realismo que pone de manifiesto la desaparición de cualquier signo de descomposición. De hecho, la mujer que reposa no están muerta, sino que yace en una posición de descanso e invita al observador a acercarse. El desnudo femenino se presenta como un pretexto para facilitar la exhibición pública, fundamentado en convenciones artísticas. De este modo, no sólo se evitaba la incorrección moral, sino que se conseguía atraer a un mayor número de observadores, sacando partido de las posibilidades eróticas del modelo. La mujer que descansa es una mujer embarazada que permita acceder al interior de su organismo a través de disecciones sucesivas que llevan hasta el feto. El objetivo, como ya se ha señalado, es combinar educación y entretenimiento. Ilustrar a un público amplio, no especializado, a partir de una representación precisa de la naturaleza, en este caso viva y natural, basada en un tipo humano perfecto, el de la belleza de Venus.
La exhibición de este tipo de piezas de cuerpo entero alcanzó una popularidad notoria a lo largo del siglo XIX gracias a los museos anatómicos abiertos al público. Este tipo de trabajos anatómicos se produjo de forma paralela a otras preparaciones que representaban el cuerpo dividido, partes de la anatomía humana. Este tipo de representaciones de la topografía anatómica no enferma del cuerpo humano conoció un auge a lo largo de este período gracias al desarrollo de la anatomía patológica, es decir la búsqueda de la lesión anatómica como forma de acercamiento y comprensión de la enfermedad. Así, junto a aquéllas preparaciones, de manera progresiva se produjeron un ingente número de representaciones patológicas que no tenían tanto una finalidad de entretenimiento o educación popular como la búsqueda de la objetividad en la localización de la enfermedad y la formación complementaria del estudiante. Las preparaciones nunca supusieron una desaparición de la práctica de la disección anatómica, sino que actuaron como instrumento educativo complementario, coleccionado y preservado en los museos anatómicos que se localizaban adjuntos a las cátedras de anatomía o cirugía de las facultades de medicina.
En la ejecución de las preparaciones anatómicas, realizadas con cera o a partir del uso de otros materiales, siempre intervenían dos especialistas. Por una parte, el médico o cirujano con amplios conocimientos anatómicos, por otra el modelador o escultor que conocía las técnicas de producción de este tipo de obras. A partir de planos llevados a cabo en papel, el anatomista planteaba la ejecución de una determinada representación al modelador. Dichos planos se fundamentaban en los conocimientos adquiridos a través de la disección anatómica de cadáveres. Se pretendía objetivar la descripción de la anatomía humana o de la lesión patológica en modelos escultóricos con el fin de formar rápidamente al estudiante de medicina sin necesidad de recurrir de manera sistemática al cadáver. Otras preparaciones no estaban destinadas a un observador exclusivo, especializado, el médico o el estudiante de medicina, sino que perseguían un público más amplio. En dichos casos, la intencionalidad pedagógica persistía, ahora con un objetivo de popularizar la ciencia, bajo un pretexto claramente artístico.
Según los estudios realizados a partir de la colección ceroplástica florentina, más allá del hecho de que cada modelador empleaba técnicas propias, se puede hablar de elementos comunes a la mayoría de estas preparaciones. En este sentido, se ha indicado que una vez determinado el tema de la preparación por el anatomista, "se hacía una copia exacta en tiza o en cera de baja calidad; sobre ésta se hacía el vaciado en yeso" (Didi-Huberman, Poggesi y V. Düring, 1999: 38). El vaciado se convertía en la matriz de la preparación definitiva, que requería una sólida experiencia en el manejo y preparación de las ceras, fundidas al baño María, disueltas con colorantes y disolventes naturales para conseguir un grado determinado de elasticidad. Las mezclas obtenidas eran vertidas a continuación en los moldes de yeso de donde se extraía la preparación final. En los casos en que constaban de diversas piezas, "una vez retirado el vaciado, se pulía la pieza y con las correspondientes herramientas se hacían las estrías, se aplicaban los órganos, los vasos sanguíneos y los nervios, etc." (Didi-Huberman, Poggesi y V. Düring, 1999: 39). Todos los pasos eran seguidos de cerca por el anatomista, que señalaba en cada momento la veracidad de los elementos y la conveniencia de su posición. Una vez concluida la pieza se procedía a la aplicación de barnices y a la decoración de la misma. La escenografía resultaba fundamental dado el objetivo final de su exhibición pública. Por ello, las telas, en especial blondas de algodón y sedas, y los ornamentos de joyería, así como los peinados, eran cuidados con especial mimo. (Didi-Huberman, Poggesi y V. Düring, 1999: 37-40).
¿Puedo hacer un comentario visceral?
ResponderEliminarParecen Vírgenes destripadas por el Demonio.
Pienso que precisamente esa visión es lo que las hace ser irresistibles. Alma barroca.
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