martes, 15 de septiembre de 2009

La historia de Julia Pastrana

Era un gran mono negro de ultramar,
y estaba sentado en una rama de nogal
y sonreía, escupía y me miraba
mientras yo estaba en el césped bajo el árbol;
escupía y sonreía de modo que infundía pavor
y sacaba su lengua que era muy larga y gris,
y silbaba y se enroscaba y parecía decir:
"¿Por qué me miras así?"
Tenía las orejas puntiagudas, el hocico muy largo;
Sus colmillos amarillos eran fuertes y agudos;
Sus ojos....mas debo estar equivocado, porque creía haber visto
Una mirada singular en aquellos ojos oscuros y fieros
La mirada de una criatura disfrazada;
Una mirada que me hizo tener una extraña conjetura
Y un escalofrío de tembloroso pavor (...)

Pastrana, Arthur Munby, 1909

En 1834 nació en Méjico una niña que llamó la atención de la comunidad científica de ese entonces, quienes tras examinarla coincidieron en que su origen sólo podía ser el resultado de la pecaminosa unión entre un mono y un humano. Estaba llena de pelaje por todo su cuerpo, especialmente en la espalda, el cual iba aumentando conforme llegaba al coxis. Tenía también un defecto en la mandíbula, encías protuberantes y doble fila de dientes. En este contexto, que tuviera un poquito de bigote, patillas y pelo hasta en sus manos, sólo eran otras graciosas marcas de nacimiento. Esta niña se llamó Julia Pastrana y fue criada como empleada en la casa de una adinerada familia mejicana donde aprendió a la perfección las labores domésticas. Según las crónicas de la época era una joven “modesta, servicial y sin pretensiones”.

La sociedad de ese entonces, al igual que la ciencia, no estaban preparadas para “entender” su enfermedad –la hipertricosis-, lo que la abocó al triste destino que siempre acompañaba a quienes nacían diferentes; a ser degradados a la categoría de fenómenos en las ferias ambulantes y circos. Y así fue como desde los 20 años empezó a trabajar exhibiéndose de feria en feria como “La Mujer Oso” con tan rotundo éxito que llegó hasta los Estados Unidos en 1854. En una de sus tantas presentaciones, el famoso médico neoyorquino Alexander B. Mott opinó: “Es el más extraordinario ser vivo de los últimos tiempos, es un curioso híbrido entre un humano y un orangután”.

Theodore Lent era un empresario artístico que vio en Julia mucho potencial económico y descaradamente empezó a cortejarla hasta lograr que la pobre mujer se enamorase de él y decidió aceptarlo como esposo. Ese sería apenas el inicio de su calvario. Ya casado con Julia Pastrana, mister Lent la llevó de gira por la culta Europa, donde obviamente la apariencia de su esposa despertó curiosidad y acrecentó su lucrativo matrimonio. Aparte de las funciones públicas, Lent organizaba fiestas privadas en casa –pagadas, por supuesto- para un público selecto, donde su original cónyuge en persona, era el tema de conversación. Para estas funciones su esposo le enseñó a cantar y bailar, y ella, por su propia cuenta, aprendió a leer y escribir en tres idiomas. Decía que le gustaba dedicar su tiempo libre a la lectura, aunque curiosamente en los shows artísticos era anunciada como una completa salvaje.


En 1859, estando de gira en Moscú, Julia Pastrana descubrió que estaba embarazada. El 20 de marzo de 1860, mientras su esposo cobraba la entrada para presenciar el parto “en vivo”, Julia daba a luz a un hijo varón idéntico físicamente a ella, quien solo sobrevivió dos días. Julia murió tres días después que su hijo. Lent, un tipo totalmente sin escrúpulos vendió pases –y muy caros- para presenciar la agonía de su esposa. Después de la muerte de su mujer y su hijo, Theodore los hizo a momificar y los vendió a la Universidad de Moscú. Al poco tiempo se enteró de que la universidad estaba haciendo negocio por el concepto de visitas públicas “científicas” a las momias, y presentando el certificado de matrimonio reclamó a su familia embalsamada, e ingeniosamente los acomodó en una plataforma: Julia de corsé y vestida como bailarina rusa, y el pequeño niño clavado por los pies sobre un pedestal luciendo un traje de marinerito.

En 1864, estando de gira con su embalsamada familia por Suecia, Lent escuchó hablar de un circo local donde presentaban a una mujer barbuda, y nuestro galán Theodore decidió cortejarla también. La nueva mujer sucumbió ante la galantería de Lent y poco tiempo después aceptaba a su dulce pretendiente como esposo. En seguida, luego de la boda, Lent empezó a exhibir a su nueva esposa como la hermana desconocida de Julia Pastrana, y alquiló a un museo las momias de su exmujer y su hijo. En 1880 Lent moriría en un asilo. En una especie de justicia poética, la segunda esposa de Lent reclamó las momias como herencia conyugal, y después de venderlas, desapareció para siempre.

Las momias de la pobre Julia Pastrana y su hijo siguieron cambiando de manos hasta que en 1973 el obispo de Oslo canceló su exhibición en Noruega y quiso darles cristiana sepultura, pero fue impedido por el empresario que en ese entonces las tenía a su cargo. Con el tiempo las momias fueron olvidadas en alguna bodega hasta que se supo que en 1976 le robaron el vestido del lugar donde la tenían arrumada. Julia Pastrana fue vista por última vez en 1990 en el sótano del Instituto Forense de Medicina del Rikshospitalet de Oslo.

http://www.sentado-frente-al-mundo.blogspot.com/2009/07/el-extrano-caso-de-julia-pastrana.html

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