Los laberintos se clasifican básicamente en dos grandes grupos "según la relación que existe con el centro y la salida del mismo".
1- El primer grupo de estos laberintos es el laberinto clásico o laberinto univiario: El cual nos hace recorrer, al ingresar en él, todo el espacio para llegar al centro mediante una única vía, camino o sendero, es decir, no nos ofrece la posibilidad de tomar caminos alternativos, no hay bifurcaciones, donde hay una sola puerta de salida, que es la misma por la que se entra al laberinto. Por el hecho de tener un solo camino o sendero el cual seguir a medida que avanzamos dentro de él, no nos podemos perder en su interior.
2- El segundo grupo de laberintos son los laberintos de mazes (perdederos, laberinto de caminos alternativos) en donde al recorrer el interior del laberinto, seguiremos un camino correcto o uno incorrecto que nos llevará o no a la salida del mismo. Los mazes se comenzaron a utilizar en los jardines de setos en la Inglaterra del siglo XII, ya que eran el lugar propicio para una cita amorosa; luego de allí se extendieron progresivamente por toda Europa, especialmente en Francia e Italia. Se destacan en este sentido, los jardines laberínticos de Andre le Notre en Versalles y el de Caboni en la Villa Pisani en Italia.
- Laberinto clásico o cretense: Es un laberinto univiario de forma ovoidal y de diseño muy sencillo.
- Laberinto romano: Laberinto univiario, que en un principio era de forma cuadrada, dividido en cuatro cuadrantes alrededor del centro; más tarde, se conformaba de círculos concéntricos, con la misma subdivisión de cuadrantes o zonas enmarcando el centro del laberinto.
- Laberinto barroco: Es un laberinto del tipo maze que tiene varias "vías muertas" o "caminos sin salida", además de poseer una sola vía correcta para salir de él.
- Laberinto manierista: Laberinto con estructura arboréa, es decir, al final de un corredor encontraremos una bifurcación en Y.
- Laberinto rizoma: Laberinto de ramificaciones infinitas.
- Laberintos Medievales: Son laberintos univiarios típicos de los usados en la decoración del suelo de las catedrales, son de diseño complicado.
- Laberintos modernos: Aquel laberinto en donde todos los corredores que lo conforman se interconectan entre sí y no posee caminos o senderos de "circuito cerrado", es decir, aquel corredor que llega de nuevo al mismo punto de partida.
"… el laberinto posee un actualidad atrayente como el abismo, el remolino de las aguas y todo lo similar. Sin embargo, según Waldemar Fenn, ciertas representaciones de laberintos circulares o elípticos, de grabados prehistóricos, cual los de Peña de Mogor (Pontevedra), han sido interpretados como diagramas del cielo, es decir, como imágenes del movimiento aparente de los astros. Esta noción no contradice la anterior, es independiente de ella y hasta cierto punto puede ser complementaria, pues el laberinto de la tierra, como construcción o diseño puede reproducir el laberinto celeste, aludiendo los dos a la misma idea (pérdida del espíritu en la creación, "la caída" de los neoplatónicos y la consiguiente necesidad de encontrar "el centro" para retornar a él)"
Gran parte de él se encontraba en total oscuridad, y se dice que algunas de las puertas, cuando se abrían, hacían un ruido espeluznante. Tras el declive de la potencia mundial egipcia, el laberinto fue despojado de las impresionantes columnas de granito rojo, las enormes losas y la piedra caliza, y todo esto se volvió a utilizar en otros lugares. Aunque servía, como ya hemos dicho, como centro administrativo para los reyes de Egipto, su verdadera función era de carácter religioso. Era un templo donde se ofrecían sacrificios a todos los dioses de Egipto. Las cámaras subterráneas donde se encontraban tumbas de reyes y de cocodrilos sagrados, no estaban abiertas al público.
Osiris vuelve a tomar todo su significado religioso, integrado en la cosmogonía en formación, en calidad de hijos de los dioses Tierra y Cielo, inclusive, introduce a la religión oficial el problema moral. A las ideas de la preexistencia de la materia y de la creación del mundo por la aparición de los elementos, en un principio confundidos en el caos, se añade esta concepción esencial: en el universo apenas formado entran en lucha el bien y el mal bajo las formas de los dioses Osiris y Seth, ambos hijos de Nut. Desde entonces la religión egipcia se orientará por la vía de la moral que ya no abandonará y hará de ella uno de los mayores estímulos de civilización del mundo antiguo. En Osiris muerto y resucitado debe distinguir por una parte su cuerpo, que permanece en la tumba, y por otra, su espíritu, que era recibido entre los dioses. En ello está la explicación de que las ideas religiosas de ultratumba presenten un doble aspecto: la creencia en una supervivencia subterránea asociada a la conservación del cuerpo del muerto y la creencia en una supervivencia puramente espiritual del espíritu del difunto en el reino de los dioses. El culto de Osiris hizo de la supervivencia en el otro mundo la resurrección del muerto, con su personalidad propia ligada a su propio cuerpo. Osiris era el dios de los Muertos o del mundo de ultratumba. Los egipcios recreaban anualmente la muerte de Osiris en el Drama del Misterio. Entre gemidos y llantos, sacrificaban ceremoniosamente a Apis, un toro sagrado, en representación de Osiris. Los llantos se tornaban en alegría cuando el sacerdote anunciaba que Osiris había resucitado. Para los egipcios, su esperanza de vida se centraba en estos misteriosos acontecimientos. Creían que todo hombre, no sólo el rey, quedaba identificado con Osiris al morir. Se creía que el laberinto, con su desconcertante sistema de pasadizos, ofrecía al dios rey protección contra sus enemigos tanto en esta vida como en la siguiente, hasta contra la muerte misma. La creencia en la inmortalidad humana terminó arraigándose en Egipto y en el resto del mundo antiguo.
A imitación del laberinto egipcio, los griegos construyeron el legendario laberinto de Creta. Según Plinio, era cien veces más pequeño que el de Egipto. Había sido construido por Dédalo, unos 130 años antes de Jesucristo, por orden del rey Minos, cerca de la ciudad de Cnosa y bajo de tierra y en él vivía el Minotauro, monstruo que se alimentaba de carne humana y al que dio muerte Teseo guiado en las tortuosidades del antro por el hilo de Ariadna, que le permitió encontrar la salida. Para celebrar esta aventura, Teseo instituyó entre los mancebos y doncellas salvados por él, una danza, que en Delos quedó de ritual y que reproducía en sus movimientos las múltiples revueltas del laberinto. El hecho de que Teseo evadiera del laberinto simbolizó su renacimiento, su evasión de la muerte, así se percibe nuevamente la doctrina de la inmortalidad humana. No obstante la analogía que le supone para el edificio egipcio y su mismo nombre, como ya lo hemos dicho, derivado del de Egipto, que designa el templo de Rahounit, de los más recientes estudios se deduce que el famosos laberinto sólo ha sido una gruta profunda, antigua cantera abandonada, cerca de Gortyna, y no de Cnosa, como afirma la mayoría de los autores. Es posible que en esta gruta se encerrara a los prisioneros de guerra, como ocurría en los de Siracusa, dejándolos allí morir de hambre, y que de este hecho diera origen a la fábula de las juventudes sacrificadas al Minotauro.
Según la leyenda la ciudad de Atenas perdió una guerra ante Creta, y a sus habitantes se les impuso el tributo de enviar cada nueve años catorce jóvenes, siete muchachos y siete doncellas, como sacrificios para el Minotauro. Los soltaban en el laberinto, donde se perdían y supuestamente eran devorados por él. Las monedas autónomas de Cnosa tenían en el anverso el Minoturo o el laberinto, en distintas formas, y algunas en el reverso la escena del héroe y el monstruo. La palabra laberinto probablemente está relacionada con lá brys, término con que se denominaba un hacha de doble filo que representa los dos cuernos del toro sagrado. La labrys era un símbolo sacro venerado en Cnosa, por ello se ha lanzado la hipótesis de que laberinto significa "palacio de la labrys". Las excavaciones descubrieron que había en Cnosos un modo de vida envidiable, en el que se había alcanzado una considerable armonía entre pragmatismo y estética. El ingreso al palacio por el lado oeste u "entrada comercial", concluye en un conjunto de tres pozos amurallados en los que se vertían los restos de los sacrificios y libaciones. A un lado estaba la sala de guardia que debió tener un a carácter más administrativo que militar. Esta sala de guardia da acceso a la avenida de las procesiones, la cual termina en una ancha escalinata que sube hasta el Gran Patio. Allí se encuentra uno de los fabulosos frescos que nos da a conocer el pasado minoico: una procesión de sacerdotes y sacerdotisas en tamaño natural, que portan frascos y vierten líquidos en su ofrenda a sus dioses. Más allá de los sótanos de piedras, existe una sala con nuevos y espectaculares frescos. El más famoso de ellos muestra, en una especie de reconstrucción fotográfica primitiva, la gracia y el arrojo de los saltadores del toro, que participan de un acto que es la vez deporte, ritual y hazaña. Al envestir al toro, cada saltador( los hay de ambos sexos) se sujeta a los cuernos y da una voltereta sobre el lomo del animal, cayendo desde ahí al suelo. El ala oriental del palacio está excavada en la ladera, sobre el nivel del patio. A un extremo eran reconocibles los aposentos reales, y al otro, los talleres de carpinteros, alfareros, albañiles y joyeros. A los aposentos reales se llega a través de una gran escalinata, no demasiado voluminosas en cuanto a dimensiones, pero sí grandiosa debido a su suntuosidad. Las columnas, pintadas de rojo y negro, y reducidas en la base, rodean un vano de luz que no sólo ilumina los aposentos de abajo, sino que hace las veces de respiradero del palacio. Los once entrepaños con puertas, que dividían el salón real se podían abrir y cerrar para regular la entrada del aire fresco. En invierno se podían cerrar las puertas e introducir hogares portátiles para la calefacción.
El centro del poder era la gran sala del Trono donde se reunía la corte del rey Minos.
El laberinto de la Isla de Lemnos, según Plinio, construido según los modelos antiguos. Se diferenciaba por tener 150 columnas, elegantemente afincadas en el piso. Este laberinto fue construido por el arquitecto Rhokos y Teodoros.
Fue famosa también en la antigüedad la tumba de Porsenna, descrita por Plinio y construida en los últimos años del siglo VI a.C., en Clusis (Etruria). Tenía, al decir del citado autor, base cuadrada, era de piedra, de trescientos pies de lado por cincuenta de alto y estaba adornado con una pirámide en cada ángulo y otra en el centro con una altura de 150 pies por 75 de base y rematadas con unas bolas de acero con una especie de casco del que pendían numerosas cadenas y campanitas que sonaban al agitarlas el viento.
- Los pequeños dibujos de laberintos, como los de los indios Hopi, pueden haber servido de símbolos en las construcciones mayores, tanto reales como míticas.
- Los Chinos, quienes creían que los malos espíritus sólo podían volar en línea recta, construían entradas que imitaban un laberinto simple para que estos no pudieran penetrar en sus casas o ciudades.
- En Escandinavia hay más de seiscientos laberintos de piedra en las orillas del mar Báltico. Se cree que muchos de ellos los construyeron pescadores que, por superstición, los recorrían para asegurarse una abundante pesca y un buen regreso.
En algunos sitios, el diseño del laberinto se ha utilizado como talismán mágico para la buena suerte; estos diseños fueron empleados como protección ante los espíritus malignos o los lobos: es posible que algunos de los laberintos más antiguos que aparecen en sellos y en tejas, por ejemplo, se utilizaran también como protección.
De lo muchos laberintos notables que aparecen en los edificios religiosos de la cristiandad encontramos que el más famoso es el de la Catedral de la ciudad francesa de Chartres. Fue construido en 1235, con piedra azul y blanca y tiene un diámetro aproximado de 10 metros. Durante casi 1500 años, siempre ha habido una iglesia o una catedral en la colina de Chartres, la actual es el sexto edificio elevado allí; el fuego destruyó los cinco primeros, pero siempre se levantaba una nueva para celebrar la fe. La catedral actual es uno de los 80 grandes monumentos góticos construidos en Francia tras el regreso de los templarios a tierra santa en 1128.
Otras catedrales e Iglesias medievales de Francia e Italia como la de Amiens, Bayeux, Orleans, Ravena y Toulouse, tienen grandes laberintos en el pavimento. El de Reims fue destruido hace doscientos años y el de la catedral del Mirepoix ostenta un minotauro en el centro.
También en las iglesias inglesas se conservan algunos laberintos interesantes. En la pila normanda de la Iglesia de Lewannick, Cornualles, hay tallados varios diseños geométricos, entre ellos un espiral y un laberinto sencillo; en la Iglesia de Santa María de Recliffe de Bristol hay un pequeño relieve en el techo con un laberinto del siglo XV. Aparecen laberintos en los pavimentos de la Iglesia de Bourn, Cambridgeshire, y en la catedral de Ely, aunque esta última se construyera ya en 1870.
Algunos autores interpretan estos trazados como un emblema del camino hacia Jerusalén; otros creen que servían para efectuar peregrinaciones, recorriendo los fieles descalzos o de rodillas, las líneas marcadas en el suelo, en compensación de alguna ofrenda de peregrinación que por cualquier causa no pudieran realizar. Viollet le Duc, opina que se trata nada mas que de un capricho de los arquitectos de la época.
Para Jantzen (1959/p.92, 93):
"Los constructores de las catedrales clásicas utilizan las más monumentales de las firmas para dar a conocer su participación descollante en la obra: es la forma del "laberinto" que se inscribe en el piso de la nave central.[…] Algunas veces se ha supuesto que los giros del laberinto también pudieran tener un sentido místico, pero lo ignoramos. En los laberintos originalmente inscritos en la nave central de Reims y de Amiens, tal como ocurre en Chartres, figuraban los nombres de los maestros constructores que habían participado en la construcción de la catedral. Sabemos que el laberinto de Reims estaba formado por la figura geométrica de un cuadro biselado, cuyos caminos interiores se dirigían a un octágono central, figura que se repetía en los extremos de sus diagonales. En estas figuras de las esquinas se inscribían los nombres y el sello de los maestros del siglo XIII. Los atributos con que se les distinguían señalaban su profesión de arquitectos, y el orden en que se los señalaba era evidentemente el de su intervención en los trabajos. […] Es posible que también en la placa central del laberinto de Chartres se registraran los nombres de los arquitectos, pero, lamentablemente ningún dato al respecto ha llegado hasta nosotros".
Al contrario Charpentier (1973/p.241) afirma que:
"Se ha hablado mucho de simbolismo a propósito de esos laberintos. Y esta fuera de duda que sea un símbolo alquímico, pero no puede dejarse de notar que el laberinto de Chartres (como tampoco el de Amiens o, antaño, el de Reims) no es, hablando con propiedad, un laberinto, en el sentido en que es imposible extraviarse en él, pues no tiene mas que "un camino" que conduce al centro.
[…] Lo cual indica que se tiene especial empeñó en que las gentes que se encaminan por el "dédalo" sigan por un trazado determinado; que recorran un camino y no otro. Y ese camino debía ser recorrido a un ritmo, según un ritual.
Pero el caminar ritual y no es caminar; ¡es danza!
El laberinto es un camino de danza escrito en el suelo. Es una aplicación razonada de las virtudes de la ronda.
Reflexionemos. Nos encontramos en un lugar que ha sido escogido para la utilización por el hombre de una corriente telúrica que aflora, y que debe tener sumas analogías con las corrientes magnéticas. Ahora bien, es un resultado bien conocido de las corrientes magnéticas que todo cuerpo en movimiento en los campos de esas corrientes adquiere propiedades particulares. Es, incluso, el modo como se fabrica la electricidad, haciendo girar un rotor en un campo magnético, natural o artificial.
[…] Hacer girar a un hombre, de forma determinada, en un campo, será provocar en ese hombre acciones determinadas.
[…] El hombre llegado al centro del laberinto, tras haberlo recorrido ritualmente, tras haberlo "danzado", será un hombre transformado y, que yo sepa, en el sentido de una apertura intuitiva a las leyes y armonías naturales; a las armonías y a las leyes que él quizás no comprenderá, pero que sentirá dentro de sí, de las que se sentirá solidario y que serán para él el mejor test de verdad, como el diapasón es el test del músico".
Fulcanelli (1974/p.59) resume ambas posiciones cuando afirma que:
"La imagen del laberinto se nos presenta, pues, como emblemática del trabajo entero de la Obra, con sus dos mayores dificultades: la del camino que hay que seguir para llegar al centro (donde se libra el duro combate entre las dos naturalezas) y la del otro camino que debe enfilar el artista para salir de aquel. Aquí es donde se necesita el hilo de Aridna, sino quiere extraviarse en los meandros de la obra y verse incapaz de salir"
Encontramos la presencia de los laberintos en muchos otros casos mas allá de toda implicación simbólica. En la Inglaterra del siglo XII aparecieron en los jardines como elementos decorativos o lúdicos; inicialmente se pusieron de moda los jardines con laberintos sencillos, pero poco a poco se fueron complicando hasta tomar formas mas intrincadas, y sus caminos terminaron flanqueándose de setos de boj, recortados primorosamente.
La forma laberíntica está fuertemente arraigada en la psiquis humana. Las ciudades de todas las civilizaciones y tiempos parecen conformar grandes laberintos. Si vemos las plantas de Tenochtitlan, de la Roma Imperial, los Burgos Medievales o las grandes metrópolis contemporáneas, inmediatamente sentiremos las herencias legada por los símbolos ancestrales a la cotidianidad del hombre, que consciente o inconscientemente busca relacionarse de forma efectiva con su entorno a través de ellos. Presente en los lugares mas dispares, sentimos la presencia del laberinto en las piedras de Stonehenge, en los Mandalas antiguos o los amuletos celtas, sin poder determinar exactamente su significado u origen.
El mito del laberinto está en lo más profundo de la naturaleza humana. En el origen de los tiempos, perdida ya la facilidad del instinto animal para encontrar los caminos de la Naturaleza y afrontar sus peligros, el hombre creó el arquetipo del laberinto que aparece en leyendas mitológicas y ritos religiosos, de numerosas culturas antiguas y primitivas a lo largo y ancho del mundo, reflejo del miedo ancestral y de la desorientación que el ser humano experimentó ante la naturaleza hostil y, como ser racional, también y fundamentalmente, miedo ante la vida.
En todas las culturas el laberinto está compuesto por un espacio perfectamente definido, de calculada geometría, pero engañoso por sus múltiples posibilidades y por la similitud de los elementos que lo conforman. El laberinto recrea la variedad infinita de los bosques en su monótona similitud, los enredos de los senderos de las montañas, las vueltas y revueltas de lo desconocido, las estrellas del firmamento, que son a un tiempo ayuda y desvío de los navegantes, y para la que el hombre, sin embargo, encontró el orden absoluto e intrincado en el laberinto de las constelaciones.
El laberinto es también y quizás más que ninguna otra cosa, símil perfecto de la vida misma, con sus posibilidades, sus riesgos y su orden íntimo y sutil, para cuyo tránsito cuenta el ser humano con los escasos hilos de Ariadna.
El laberinto, al contrario que la naturaleza, o que la vida, se cierra en sí mismo, es abarcable, está hecho por el hombre como un teatro del mundo, y es en su centro donde se haya la respuesta, el mecanismo del sistema para hallar el tesoro, o la salida o la libertad.
El laberinto es, con todos sus pasadizos y vueltas, el resumen de las preguntas primordiales: ¿Cuál es el sentido de la vida?, ¿Cómo puede el hombre traspasar la muerte? Y es, también, la manifestación material de una búsqueda espiritual, aquella que trata de formar una unidad con el universo.
Los dos reyes y los dos laberintos- Jorge Luis Borges
http://books.google.es/books?id=_TSTTtsNiF0C&pg=PA240&lpg=PA240&dq=chartres+laberinto&source=bl&ots=TEWLljjuk8&sig=0Xvg5B76Z4S5nmm8lBZE6wl4GKw&hl=es&ei=bbQ4SpnID8Ka_QbXkPTWDQ&sa=X&oi=book_result&ct=result&resnum=6#PPP1,M1
¿No es cierto que hay ocasiones en las que sería maravillos perderse en uno de estos mágicos laberintos?
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo, un día deberíamos hacerlo, y que nos encuentre algún príncipe de paso.
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