jueves, 25 de marzo de 2021

Joyas vivientes

Cuenta la leyenda que una princesa maya se enamoró de un pobre muchacho estando comprometida y juraron a los dioses jamás olvidarse. El padre de la princesa, al enterarse del romance que existía entre su hija y aquel muchacho, ordenó que fuese sacrificado. Por esta causa, la princesa, llamada Cuzán, prometió a su padre no volver a ver a Chalpol, su amado. Ella lloraba inconsolablemente todas las noches y un chamán se compadeció de ella así que convirtió al amado de la princesa en makech. El makech fue decorado por los mejores joyeros de la región y de esta manera su amada pudo usarlo como prendedor viviente toda la vida... y cerca de su corazón. 


Dada la leyenda que se cuenta sobre este animal, el Maquech se ofrece como amuleto para el amor e incluso es considerado un símbolo de longevidad; se le ha usado tradicionalmente como joya viviente para adornar la vestimenta de las mujeres. No se reproduce en cautiverio. El uso comercial no es regulado por ninguna institución y poco es lo que se conoce sobre este organismo, de manera que es común que muera a los pocos días de haber sido adquirido.



Los colectores dedican jornadas de hasta ocho horas para sustraer a los organismos de su hábitat natural (troncos putrefactos, zonas con hongos, bajo las rocas); posteriormente los venden a un adornador. Este se encarga de decorar al coleóptero y fijar el precio de venta; en temporadas bajas, cuando el Maquech es abundante (septiembre a febrero) el precio es bajo, mientras que en la temporada alta (marzo a agosto) los precios son altos dada la escasez de ejemplares. Pueden ser conseguidos en mercados de artesanías de Mérida, aunque también es exportado para ser comercializado en otros lugares. El precio promedio no es muy alto, pudiendo ir desde 30 pesos MN hasta 50 pesos MN;​ además de la temporada, el precio también depende del material de las piedras usadas como decoración, pues es el valor agregado que le da el adornador. Recientemente se ha prohibido su recolección y venta por tratarse de una variedad, propia del endemismo antes aludido de estos insectos, en riesgo de extinción; sin embargo, aún puede vérsela sobre la vestimenta de algunas mujeres en ciertos poblados de la península de Yucatán, considerándosela una tradición cultural.

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