La devoción a los dolores de la Virgen fue impulsada en el siglo XIII por la orden de los Servitas. Su fiesta se remonta a 1413, en Colonia, al sustituir la celebración de la Virgen del Pasmo -cuya iconografía suscitó polémicas al ver los teólogos poco acorde con María su síncope o desmayo- y contrarrestar así el movimiento iconoclasta de los seguidores de Juan Huss. El culto y la fiesta se extendieron a lo largo del Antiguo Régimen a través de Europa e Hispanoamérica. Hasta hace unas décadas existían en el calendario litúrgico dos festividades dedicadas a los Siete Dolores de la Santísima Virgen: la primera en el Viernes de Pasión, llamado también Viernes de Dolores, y la segunda el 15 de septiembre, día en que se conmemoran los Dolores Gloriosos de Nuestra Señora. Ambas se propagaron ampliamente, aunque la primera ya era muy popular en pleno siglo XVI. La segunda fue extendida a la Iglesia universal por el papa Pío VII en 1815, para conmemorar su liberación de la cautividad napoleónica. La duplicación de la m isma advocación llevó recientemente a la supresión de la del Viernes de Dolores, aunque se mantiene allí donde hay una devoción arraigada.
Los grandes tipos con los que los artistas figurativos expresan los dolores de la Virgen son: Amargura, Dolorosa, Angustias , Piedad y Soledad
1. Virgen de la Amargura: María acompañada por San Juan en el paso, escenificando su caminar por la Vía Dolorosa al encu entro de su Hijo, que el discípulo predilecto le señala con el dedo. Representa el momento en que la Virgen, acompañada de San Juan, y ajena aún a la condena de su Hijo, escucha en la llamada “Sacra Conversación” la noticia que le comunica el apóstol sobre la situación de Jesús y ambos se dirigen a la calle de la Amargura para contemplar el paso de Jesús cargado con la cruz camino del Gólgota. La escena que se nos presenta no es evangélica y solamente Lucas narra el encuentro de Jesús con las mujeres de Jerusalén (Lc 23, 27-31) pero no con su Madre. La fuente hay que buscarla en el Evangelio de Nicodemo, donde se nos dice que Juan había seguido el cortejo de Jesús y los soldados para luego correr en busca de la Madre que nada sabía. Al oír ésta el relato quedó transida de dolor y acompañada del apóstol, María Magdalena, Marta y Salomé se dirigió a la calle de la Amargura. Es la representación mariana más frecuente en los pasos procesionales.
2. Virgen Dolorosa: es una Virgen en el Calvario, presenciando el suplicio y muerte de su Hijo. En este modelo iconográfico la Virgen puede aparecer con más figuras y asimismo puede o no ir bajo palio. También hay varias imágenes con la advocación de Mayor Dolor, que procesionan bajo palio. La Virgen lleva un pañuelo para secar sus lágrimas y un puñal en el pecho. El origen de esta representación es la profecía del anciano Simeón (Lc 2, 35) que anuncia a la Virgen el día de la Presentación de Jesús en el Templo, cómo una espada de dolor le atravesará el alma. El pañuelo es un elemento fundamental en estas Vírgenes, que suelen llevar en la mano derecha, con él se enjugan las lágrimas, que pueden ser incipientes o, como en el caso de la Virgen de las Lágrimas y la mayoría de ellas, surcar llamativamente sus mejillas. En la mano izquierda pueden llevar objetos que hagan referencia a la advocación particular de cada imagen o a la Pasión, como los Rosarios. La Virgen de las Lágrimas, cuya advocación se recuerda en un broche de oro prendido de su pecherín con la leyenda "Lágrimas", se ajusta al prototipo, por lo que en su mano izquierda suele portar un Rosario o encontrarse vacía. El atuendo quedó fijado con posterioridad para la Virgen de los Dolores, que comenzaría a vestir saya y manto negro, circunstancia originada por un encargo, que a finales del s. XVI realizó la reina Isabel de Valois, tercera esposa de Felipe II. El encargo consistiría en la reproducción en escultura de una Virgen de la Soledad o de las Angustias de un cuadro que trajo de Francia. Esta imagen se vistió con el traje de la condesa de Ureña, viuda en esos momentos, por lo que desde entonces, las Vírgenes de las Angustias, Dolores y de la Soledad, suelen vestir de negro sustituyendo al traje hebreo. Sin embargo, a partir de finales del s. XIX, se introdujeron otros colores como el verde, morado, granate, el azul y el blanco para su indumentaria.
Otra variedad de la Virgen dolorosa es la Verónica. Al principio, la palabra indicaba una efigie, un rostro de Jesús viviente y glorioso, más tarde sangriento y coronado de espinas, reproducción del supuesto sudario de la Verónica. Pronto a la verónica del Señor se unió la verónica de la Virgen, reproducción de la vera efigie de María pintada por San Lucas. La verónica de Jesús tenía ya un carácter doloroso cuando surgieron las verónicas de María, y así se explica que éstas tuvieran siempre el mismo carácter aflictivo. El detalle que más lo revela es la toca con que siempre aparece retratada la Virgen. Por lo regular ambas verónicas iban separadas, y así se prestaban mejor para ser colocadas sobre los altares, tal como era costumbre, entre las velas, relicarios y floreros. También eran llevadas en las procesiones.
3. Virgen de las Angustias: Representa el momento del descendimiento de la cruz para ser colocado el cuerpo del Hijo en el regazo de la madre. La devoción y la iconografía de la Virgen de las siete espadas nacieron en Flandes a fines del siglo XV. Fue Juan de Coudenberghe quien organizó la primera cofradía de la Virgen de los Siete Dolores; y Margarita de Austria, gobernante de los Países Bajos, quien fundó también en Brujas, el primer convento consagrado a Nuestra Señora de los Siete Dolores, y quien ofreció a la iglesia de Brou-en-Bresse un cuadro votivo que la menciona. Finalmente, es en un grabado dedicado a Carlos V, y publicado en Amberes en 1509, donde se ven por primera vez las siete espadas dispuestas en abanico. Este tema correspondía muy bien a las tendencias generales del arte patético de finales de la Edad Media. De Flandes marítimo, que fue su cuna, pasó a Francia y a la Alemania renana. Pero no se mantuvo inmutable: experimentó una evolución en las que se pueden detallar las sucesivas etapas. Suele aparecer sentada al pie de la cruz, con las manos juntas o cruzadas sobre el pecho, con ambos brazos abiertos y como exclamando: "Oh vosotros, que camináis, atended y ved si hay dolor semejante al mío." La imagen suele tener en su corazón siete espadas, representando los dolores que ha fijado la tradición. En España se le llama en algunos sitios la Quinta Angustia. El número simbólico de siete espadas es el que ha predominado sobre todo a partir del s. XV. La devoción a los Siete Dolores aparece en 1423, cuando el sínodo de Colonia agregó a las fiestas de la Virgen "la fiesta de las angustias de Nuestra Señora". Al principio se veneraban sólo cinco dolores de la Virgen, pero a partir de ese momento la devoción quedó fijada en Siete Dolores, que se oponen simétricamente a los Siete Gozos de la Virgen y se corresponden con las Siete Caídas de Cristo en el camino del Calvario. Otros investigadores, como J. Baltrusaitis, han reconocido en el tema de la Virgen de los siete Dolores la transposición o adaptación de un tema planetario. Los círculos astrológicos de los siete planetas habrían comenzado por engendrar el tema de los siete dones del Espíritu Santo irradiando alrededor del pecho de Cristo. De allí se habría pasado con toda naturalidad a la representación de los Siete Dolores de la Virgen. Para ello bastaba transformar los rayos de la Sabiduría Divina en haz de espadas, y reemplazar en el interior de los tondos las palomas del Espíritu Santo por los Dolores de Nuestra Señora. Los Siete Dolores de la Virgen en principio están representados simbólicamente por siete espadas. Luego, cada espada tuvo un pomo ornamentado con un tondo que representa uno de los Dolores. La agrupación de las espadas comporta numerosas variantes. En la mayoría de los casos las siete espadas reunidas en haz atraviesan el corazón de la Virgen. Pueden estar dispuestas en círculo o agrupadas lateralmente, tres en un lado y cuatro en otro. Pero al final las espadas desaparecieron y la Virgen apareció rodeada sólo por una aureola de siete tondos.
4.- Virgen de la Piedad: Se representa a María sentada en el suelo o sobre una piedra, al pie de la cruz y con el Hijo muerto en su regazo. Esto distingue este tema del de la Lamentación al pie de la cruz, que tiene numerosos personajes. En algunos casos pueden aparecer figuras de donantes, pero sin intervención de otros personajes que aparecen usualmente en las escenas al pie de la cruz. El origen del tema, que parece derivar del tipo tradicional de la Virgen sentada, por simple sustitución del Niño Jesús por el Crucificado, se encuentra en los conventos de monjas del valle del Rin hacia 1320. El tema se difundió más tarde en Francia gracias a las numerosas cofradías de Nuestra Señora de la Piedad que encargaron grupos para la decoración de sus capillas. Aunque este tema sea designado frecuentemente con el término italiano de Pietá, en lugar de las viejas expresiones alemanas y francesas, el tema no llegó a Italia sino muy tardíamente, y nunca gozó allí de la misma popularidad que en Francia y Alemania. El tema ha evolucionado a lo largo de los siglos. De un Cristo adulto se pasó a un Cristo representado con la estatura de un niño, como la propia Virgen en brazos de Santa Ana. Esta desproporción no se debe a la torpeza de los artistas, sino a una concepción de los místicos franciscanos. Según San Bernardino de Siena, la Virgen, extraviada por el dolor, sueña que tiene a su Hijo sobre las rodillas, y que lo acuna envuelto en la mortaja como antes en los pañales. En el siglo XV se volvió a la representación de Cristo adulto, pero si se mantienen las proporciones muchas veces resulta forzada la imagen de la Virgen que sostiene sobre sus rodillas un cuerpo más grande incluso que el de ella misma. En el Renacimiento impuso el que el cuerpo de Jesús estuviera sólo apoyado contra las rodillas de María. Esta preceptiva que reemplaza al esquema gótico no es una innovación introducida después del concilio de Trento por la iconografía revisada y corregida por la Contrarreforma, ya que pueden citarse ejemplos desde el siglo XV. Esta fórmula fue adoptada por el arte barroco italiano, desde donde pasó a España y los Países Bajos.
5.- Virgen de la Soledad: Esta advocación tiene su origen en la capilla frente al Calvario en que, según una tradición, María se quedó viviendo hasta que Jesús resucitó; contemplando los clavos y la corona de espinas... en triste soledad. Las características de esta imagen son ropas negras y llanto silencioso y las manos atenazadas por el sufrimiento, no necesita espada para declarar el dolor. La Virgen aparece sola al pie de la cruz. La Virgen Afligida tiene una iconografía semejante, pero en este caso representa el momento la traslación al Sepulcro del cuerpo de Cristo. El tema tiene una ascendencia muy remota, y su gran tradición se sitúa topográficamente en la "Estación de María", es decir, en una capilla dedicada a la Virgen, frente al Calvario, donde según la leyenda la Virgen residió desde el momento en que fue consumada la Pasión hasta la Resurrección. La capilla de Santa María en el Calvario era propiedad de los etíopes desde el siglo XIV. Este monumento debió producir honda impresión en el ánimo de los devotos peregrinos que visitaban los Santos Lugares. Fueron ellos quienes transmitieron a Occidente el piadoso recuerdo de la desolación de María.
"La imagen de la Soledad en las artes y su versión pamplonesa" Ricardo Fernández Gracia
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