lunes, 27 de julio de 2009

De los afeites, el pintarroteo y de las desfiguraciones de la piel

Antes que los hombres salvajes se persuadiesen de la necesidad de los vestidos, sobre todo en los climas cálidos, procuraban distinguirse entre sí por medio de señales ó pinturas que estampaban sobre la piel; esta costumbre ha subsistido aun entre los pueblos despues de vestidos, porque servían de título de dignidad personal ó de testimonio de valor y de nobleza; empléase, lo mismo que los afeites y otros adornos, para realzar la belleza natural de las mujeres, segun los gustos particulares y estravagantes de cada nación.

Estas vanidades , achaque harto antiguo y descollante del jénero humano, son apetecidas aun por medio del dolor, pues muchas de estas señales no se logran sino rasgando la piel con hierro ó fuego. Tales fueron los tephillim ó totaphal de los antiguos Hebreos, los sacerdotes de Baal se fajaban la cabeza y el rostro, como los ministros de la diosa de Siria, segun Luciano. Los nobles entre los Tracios se distinguían asimismo del pueblo con sus pinturas; tales fueron tambien los Jelones, pictosque Gelonos, de las orillas del Nieper, que empleaban el hierro para estampar los colores en sus miembros, segun refiere Claudiano.

En otro tiempo, los Fictos y los Bretones de Inglaterra se pintaban el cuerpo de azul, como los antiguos Jermanos. Los Hunos delineaban figuras en las mejillas de sus hijos; los Ilirios, los Celtas se pintarrajaban de diferente modo, segun Estrabon, por medio de picaduras en las cuales introducían un color azul ó negro. Vejecio refiere que los soldados romanos se punteaban tambien la piel, y aún se ven restos de esta costumbre entre nuestros soldados; así se marcaban en otro tiempo los esclavos. Esta costumbre ha subsistido en toda la antigua Esclavonia, en la Istria, la Dalmacia, la Estiria, la Carintia; los Noruegos y otros pueblos marítimos llevan igualmente señales indebles para ser mas fácilmente conocidos por su familia á la vuelta de sus largos viajes; tal es aun la costumbre de la mayor parte de los militares y marineros, de los viajeros y peregrinos en el Oriente y las Indias. Los labradores mozos, en muchos paises, llevan estampados en su pecho el nombre de su querida y otros emblemas.

Casi todos los pueblos polares, los Groenlandeses, Esquimales, Tungusos, etc., se pasan debajo del cútis unas hebras encarnadas, segun refieren Gmelin yCranz; pero este pintorroteo no es otra cosa, tanto entre ellos como entre los Ostíacos, que una especie de bordado de la piel que solo usan las mujeres en señal de virjinidad; sin embargo, tambien lo llevan los hombres entre los Chuchis y en las islas Kuriles.

La historia de los adornos humanos no es menos antigua que la de la mujer. Antes que Jezabel se pintase los ojos de negro con antimonio, las Medas adornaban sus cejas con el mismo polvo de estibio. Los Ejipcios, los Etíopes, los Sármatos, dice Sexto Empírico, se bañaban ó ennegrecían varias partes del cuerpo. Los primeros Romanos se almagraban todos el dia de su triunfo, segun Plinio; é iluminaban del mismo modo el rostro del dios supremo, los dias festivos, en Roma, así como entre los Etíopes y otros pueblos. En efecto, siendo el color rojo ú de sangre el mas brillante y el que mayor impresion hace en los animales (como el toro, el pavo, etc.), fué preferido como emblema de la omnipotencia divina y humana. Las Rusas emplean mucho el encarnado en sus atavíos, como tambien las negras. Todos los pueblos de la América septentrional se pintaban el cuerpo, ya de orellana , ya de un ocre rojo , y en las costas noroestes agregan á este color el negro humo mezclado con aceite de pez. Así como los naturales de la Tierra de Fuego y de Nueva-Holanda adornan su piel con rayas encarnadas y blancas. En la Florida, la Virjinia, el Canadá, en las tribus del istmo de Darien, del Paraguay y del Brasil, los guerreros mozos se presentan todavía con aquellas pinturas estravagantes, tan altivos y bulliciosos, en los encuentros y delante de sus queridas, como un pisa verde de Paris, un lechuguino de Londres, rozagantes monuelos enjendrados por la civilizacion moderna.


Pero nada iguala la variedad de los dibujos de la piel de un caudillo de las islas del Mar del Sur. Necesítanse muchos años para pintar el cuerpo con perfeccion, como en ISukahiva y en otras islas ó en la Nueva-Zelandia; píntanse hasta los órganos sexuales, la lengua, los párpados, con dolores bastante vivos; pero ¿qué no aguanta la vanidad? Se valen de espinas de pez ó de huesos puntiagudos de aves para hacer estas picaduras de etiqueta en la piel, introduciendo despues en las cicatrices el polvo de la nuez de Bancul. Toda la casta malaya se muestra apasionada por esta clase de adornos, mientras que las tribus semi-negras de Nueva-Guinea, de Nueva-Holanda, Nueva-Caledonia, de la tierra de Van-Diemen y de la Nueva-Gales meridional, en vez de estas picaduras, se hacen escarificaciones profundas sin dibujos determinados.


Este uso de las escarificaciones, que producen grandes cicatrices con la rasgadura é hinchazon de la piel (semejantes á las de las calabazas y otros frutos en los cuales se graban perfiles) es sobre todo peculiar á la casta negra de África; su piel tiznada no admite casi otra especie de picoteo aparente, aunque los negros de Sierra-Leona llevan tambien picaduras, como los Mandingas y otros pueblos. Estas hinchazones, cicatrices de la vanidad, se producen quemando la piel, para que sean mas profundas y duraderas. En todas estas naciones, las mujeres estan de ordinario menos punzadas ó cicatrizadas que los hombres, quienes se reservan el derecho orgulloso de ser los mas ataviados. Los pueblos malayos no pintan las mujeres sino cuando son casaderas, y los hombres cuando son admitidos entre los guerreros; entonces toman un nombre nuevo, lo que es indicio de valor en casi todos los pueblos.


En parangon de estos caractéres indelebles, fuerza es confesar que escasean los afeites que usan las naciones civilizadas. Una hermosa Mingreliana estampa en sus mejillas rayas azules y negras; el azul gusta sobre todo á las jóvenes árabes y á las Tunecinas. La mayor parte de las mujeres de Oriente, del lodostan, de la Arabia y de la Persia, se tiñen los dedos de anaranjado con el henne (lawsonia inermis}; tambien llevan anillones en las narices, muchos salvajes se pasan unos palitos ó tambien conchas en la ternilla de la nariz y en los labios. La especie humana es la única entre todos los entes que no se mira bastante ataviada con las gracias de la naturaleza, y se afea á costa de agudos dolores con la esperanza de aumentar su atractivo.


Si hay en el globo un ente ridiculo, es sin duda el Hotentote montaraz, envuelto, como nuestros pisaverdes, en todos los adornos mas estravagantes de la moda, y admirándose á sí mismo cual otro Adónis, bajo la boñiga de vaca, los intestinos podridos y el negrohumo que engrasan su piel. ¿Somos nosotros mas sensatos en la estrecha prision de nuestros vestidos, y con las vanas ceremonias de nuestras mentirosas grandezas?


Historia natural del Jenero[sic.] humano: Aumentada y enteramente refundida, Julien Joseph Virey. Ed. por D. Juan Oliveres, 1849. Capítulo IV, pág 409-413

2 comentarios:

  1. No soy de afeites, pero pintarroteo y desfiguraciones en la piel es lo que me hago cada vez que intento maquillarme.

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  2. Ja, ja, llámalos "ritos de iniciación" y verás cómo empiezan a tomar un significado más insigne.

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