miércoles, 17 de julio de 2013

Funeral celeste

 
En el hinduismo y el budismo el uso de la cremación es parte de la ceremonia fúnebre. En esas religiones el cuerpo es visualizado como un instrumento portador del alma al nacer. En el sagrado libro hindú del Bhagavad Gita se señala lo siguiente: "Así como las vestimentas viejas son lanzadas lejos y se toman nuevas, el alma sale del cuerpo después de la muerte para tomar otro nuevo". Por esta razón el cadáver no es considerado sagrado y desde que el alma lo ha abandonado este no tiene una real importancia. En el sijismo, el entierro no está prohibido, aunque la cremación es la opción preferida por razones culturales más que por razones religiosas. Se dice que en la tradición hindú la razón para preferir la destrucción del cuerpo a través del fuego en lugar de sepultarlo, es una forma de “ayudar” al alma del difunto a que se libere de la “prisión” de su cuerpo lo más rápidamente, pues quien ha vivido por muchos años en un cuerpo, tiende a “no querer abandonarlo”. Incinerando el cadáver, para luego “liberar” las cenizas a la naturaleza y así que estas sean absorbidas con más facilidad, permite en forma acelerada la rápida transición del alma a una nueva encarnación. De esta explicación rescatamos y hacemos común el “querer” que nuestros difuntos se “ahorren” el largo sufrimiento del alma, la que debe permanecer junto al cuerpo mientras dure la completa descomposición de este, para sólo entonces poder recién encarnarse en un nuevo cuerpo. Siendo el hinduismo y el budismo las religiones más extendidas en el Asia hace que la práctica de la cremación de los cuerpos sea algo muy común. Para cremar un cuerpo son necesarias grandes cantidades de combustible, tradicionalmente madera, pues un cuerpo –especialmente los huesos de este- necesitan temperaturas superiores a los 700° u 800° Celsius (1.300 a 1.500 grados Fahrenheit) para alcanzar el grado de transición de hueso a ceniza.
 
En zonas montañosas, mientras mayor sea la altura, más escasa es la posibilidad de obtener leños, pues a mayor altura encontramos cada vez menor vegetación, haciéndose esta más baja, de tallo herbáceo y no leñoso. Es este el caso de la zona de la cordillera de Los Himalayas, donde la altura promedio donde viven las personas es superior a los 2.500 MSNM (metros sobre el nivel del mar). Tal vez por la razón antes mencionada es que en el Tíbet sea común como práctica funeraria, que el cadáver de un difunto no pueda ser cremado. En gran parte del Tíbet el terreno es demasiado duro y rocoso para cavar una tumba, y con el combustible y la escasez de madera, realizar un “entierro celestial” sea más práctico que la cremación.

El entierro celestial, también conocido como “Funeral Celeste Tibetano”, sigue el principio budista de que “no hay necesidad de preservar el cuerpo”, pero también es importante el “querer” que el difunto se “ahorre” el “sufrimiento del alma” de permanecer junto al cuerpo mientras dure la completa descomposición de este, para poder después encarnarse en un cuerpo nuevo. ¿En qué consiste el “Funeral Celeste Tibetano”?... Es simplemente una “adaptación” del ritual funerario budista, donde se lleva a efecto el llamado “Jhator” que literalmente significa "dar limosna a los pájaros", pues en la práctica el ritual es una “disección” del cadáver para después dejarlo expuesto, en la cima de una montaña, como alimento de las aves de carroña (buitres y otros).
 
Cuando una persona en el Tíbet fallece, un “lama” (en el Budismo tibetano, el lama es el monje, maestro o guía espiritual) acude a la vivienda para recitar oraciones del “Bardo Thodel” (Libro Tibetano de los Muertos), durante un día completo, todo esto para ayudar al alma del difunto a que atraviese los diferentes bardos o estados que existen entre la muerte y la próxima encarnación, ayudado también con la quema de incienso. En el tercer día el cuerpo es bendecido y trasladado al lugar del funeral, generalmente en lo alto de la montaña, acompañado de sus parientes cercanos. En la madrugada comienzan los trabajos de “desmontaje” del cuerpo, el que es recibido por un “rogyapa”, quien será el encargado de realizar el proceso de disección. Lo primero que hacen es cortar el pelo del fallecido y luego trozan el cadáver con hachas y cuchillos. Los huesos son machacados y triturados, para luego mezclarlos con “tsampa" que es una pulpa hecha con harina de cebada, té, mantequilla o leche de yak. Generalmente se les da primero los huesos triturados a los buitres y cuando estos se los han comido, se les da la carne. Se considera un mal augurio si los buitres no comen, o incluso si una pequeña parte del cuerpo que queda después de que las aves vuelan, por esta razón -generalmente- se les da a las aves primero los huesos y cartílagos mezclados con “tsampa". El “Jhator” se considera un acto de generosidad, pues el fallecido y sus familiares supervivientes son el suministro de alimentos para mantener los seres vivos. La generosidad y la compasión para todos los seres son importantes virtudes o paramitas (virtudes o perfecciones que se deben cumplir para purificar el karma y vivir una vida sin obstrucciones en el camino al bodhi o iluminación) en el budismo.
 
El Gobierno de la República Popular China (que ha controlado el Tíbet desde 1950) prohibió, por más de 15 años, la práctica del Jhator (que considera de bárbaros), pero comenzó a permitirla otra vez en los años 80. Por lo general los tibetanos no pueden observar la ceremonia y esta prohibido fotografiar o grabar videos del ritual, aunque un jhator fue filmado, con el permiso de la familia, para Frederique Darragon, para un documental que fue presentado en el Canal de la Ciencia en otoño de 2008. El trabajo de cámara deliberadamente cuidadoso para no mostrar el propio organismo y documentar el procedimiento, las aves, y herramientas utilizadas en el ceremonial. El jhator suele tener lugar al amanecer. El procedimiento se lleva a cabo sobre una gran roca plana y larga que es utilizada para el propósito. Los parientes cercanos pueden permanecer durante el jhator, probablemente en un lugar donde no pueden ver directamente la ceremonia.
 
El procedimiento completo del jhator es elaborado y costoso. Aquellos que no pueden pagar un ceremonial, simplemente colocan a sus difuntos en una cumbre alta donde el cuerpo se descompone o es comido por las aves o los animales.
 
 
 

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