Tarasca según el Diccionario de la Lengua Española es
una figura de serpiente monstruosa que se pasea en algunas partes en la
procesión del Corpus, también designa a una mujer fea o alguien con la boca
grande. Hay quien defiende que el étimo de la palabra tarasca es seguramente
griego: “bebida caliente a base de vino tinto del año y especias, como canela,
clavo y azúcar”. Tarasso, que significa “espantar, amedrentar”.
Uno de los primeros documentos
que describen la monstruosa tarasca es La Leyenda Aurea (ca.
1256) de Jacobo de Vorágine. En el capítulo CV, dedicado a Santa Marta, se
cuenta como la tarasca aterrorizaba a los habitantes de un pequeño pueblo
provenzal, en el sur de Francia, a las orillas del río Ródano, y cómo la Santa los liberó de su maligno
acoso, trasformándola en una bestia mansa:
En un bosque situado en las proximidades del Ródano entre Arlés y
Aviñón había por aquel tiempo un dragón cuyo cuerpo mas grueso que el de un
buey y más largo que el de un caballo, era una mezcla de animal terrestre y de
pez; sus costados estaban provistos de corazas y su boca de dientes cortantes
como espadas y afilados como cuernos. Esta fiera descomunal a veces salía de la
selva, se sumergía en el río, volcaba las embarcaciones y mataba a cuantos en
ellas navegaban. Teníase por cierto que el espantoso monstruo había sido
engendrado por Leviatán (que es una serpiente acuática ferocísima) y por una
fiera llamada onaco u onagro, especie de asno salvaje propio de la región de
Galacia, y que desde este país asiático había venido nadando por el mar hasta
el Ródano, y llegado a través del susodicho río al lugar donde entonces se encontraba.
Decíase también que este dragón, si se sentía acosado, lanzaba sus propios excrementos
contra sus perseguidores en tanta abundancia que podía dejar cubierta con sus
heces una superficie de una yugada; y con tanta fuerza y velocidad como la que lleva
la flecha al salir del arco; y tan calientes que quemaban como el fuego y
reducían a cenizas cualquier cosa que fuera alcanzada por ellos.
Marta, atendiendo a los ruegos de las gentes de la comarca, y dispuesta
a librarlas definitivamente de los riesgos que corrían, se fue en busca de la
descomunal bestia; en el bosque la hallo, devorando a un hombre; acercóse la
santa, la asperjó con agua bendita y le mostró una cruz. La terrible fiera, al
ver la señal de la cruz y al sentir el contacto del agua bendita, tornóse de
repente mansa como una oveja. Entonces Marta se arrimó a ella, la amarró por el
cuello con el cíngulo de su túnica y, usando el ceñidor a modo de ramal, sacóla
de entre la espesura del bosque, la condujo a un lugar despejado, y allí los
hombres de la comarca la alancearon y mataron a pedradas. Hasta entonces la
zona aquella en que el monstruo se escondía, por lo sombrío y tenebroso del paraje,
llamábase Nerluc, que quiere decir lago negro; pero a partir de la captura y muerte
del dragón, al que la gente designaba con el nombre de Tarascón, en recuerdo de
la desaparecida fiera comenzó a llamar Tarascón a lo que antes había llamado
Nerluc.
(Santiago de la Vorágine , La Leyenda Dorada ,
cap. 105)
El 14 de abril de 1474, el Rey
René instituye la Orden
de los Caballeros de la Tarasca ,
los cuales tenían la obligación de llevar una imagen de cartón que representaba
al monstruo-dragón durante la procesión que celebraba el nacimiento de la ciudad.
Junto al monstruo desfilaba una estatua de una joven vestida de blanco que representaba
a Santa Marta. La joven tenía atado el monstruo con una cuerda, la cual simbolizaba
la lucha mística contra del demonio. Esta fiesta sigue celebrándose todavía,
cada 29 de junio, el día de Santa Marta, en la localidad provenzal de Tarascón.
En muchos lugares de España
también ha existido la tradición de la tarasca, sobre todo relacionada con la
procesión del Corpus Christi. El Papa Urbano IV creó la fiesta del Corpus (por
sugestión de una monja de Lieja, la beata Juliana) en el año 1242, a través de la bula
pontificia Transiturus, y un siglo más tarde que ya se fue afirmando la procesión
como eje de esta fiesta. En 1311, el Papa Clemente V proclamó el Corpus como
celebración de toda la
Iglesia Católica. Porque se celebraba entre invierno y
primavera, por la cercanía temporal con el tiempo carnavalesco, y también por
la existencia de primitivos ritos y celebraciones ancestrales de origen pagano
– como fueron las fiestas dedicadas a la cosecha o al renacer de la naturaleza
–, por éstas y más circunstancias se integraron los elementos jocosos y cómicos
de las festividades profanas con los solemnes rituales de esta importante
fiesta religiosa. De modo que los carros navales se convirtieron en carros
triunfales eucarísticos, y se introdujeron bailes y desfiles alegóricos de
gigantes, cabezudos, diablillos y, por supuesto, de tarascas en la procesión
del Cuerpo de Cristo. Con una función distinta de la francesa, la tarasca pasó
a ser una máquina de madera con forma de serpiente, con una boca muy grande6
que abrían los portadores ocultos en su interior. Corría rápidamente en el
transcurso durante la procesión, arrollando y arrebatando sombreros y caperuzas
a los que se despistaban. Era el símbolo del mal y de la glotonería. Sobre la
tarasca se colocaba la imagen de una mujer, la tarasquilla o Ana Bolena, que
representaba a la gran meretriz de Babilonia.
El artículo me parece espléndido. Enhora buena... Además satisface una de mis curiosidades históricas, pues soy de una ciudad donde se pasea la tarasca con la tarasquilla acuestas en la Fiesta del Corpus.
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