La idea de que más allá del mundo material existe otro mundo, del que todos venimos y al que todos regresaremos, está presente en la cultura popular de China desde hace miles de años. Según la creencia china, ese otro mundo no es meramente físico, sino real, y podemos comunicarnos con él por medio de rezos, pero también de ofrendas. Algunas de estas ofrendas se hacen para pedir deseos, que un familiar sane o se le ilumine en una decisión importante. Para ello se ofrecen objetos materiales, de entre los que se encuentran además de comida y bebida, la ropa.
El uso más especial de ellas se hace en el 7º mes del calendario lunar chino. Entonces los espíritus regresan a la tierra y se abastecen de ropa y víveres por todo el año. En los altares domésticos suelen depositarse naranjas, té, bizcochos y alcohol. Pasados dos días las ofrendas se renuevan, puesto que se vuelven "insípidas" ya que es el tiempo que tardan los espíritus en consumir su sustancia, su sabor. Los espíritus a quienes no quedan descendientes en la tierra vagan en esas fechas buscando comida, de ahí el nombre de este periodo: "el mes de los Espíritus Hambrientos". Para evitar su ira, personas anónimas dejan las ofrendas en las calles. El espíritu principal a cargo de estas almas perdidas es Kuei Wang (Rey de los Demonios), y él es el encargado de evitar la furia de los hambrientos en el mundo material. El Rey de los Demonios tiene una doble vertiente: al final del festival se quema la imagen de Kuie Wang para devolverle al otro mundo y entonces renace como Kuan Yin, la Diosa de la Misericordia, hasta que vuelvan los muertos al año siguiente.
Más incluso que la cultura occidental, la cultura tradicional china daba gran importancia a la manera de vestir. En el cumpleaños de un dios o el aniversario de la muerte de un antepasado, los devotos o parientes llevaban esa ropa al templo o al cementerio como ofrenda para el destinatario: de este modo estaría "bien vestido" durante el año siguiente.
Los trajes de papel podían llegar a ser muy elaborados y de gran tamaño; algunos de hasta 4x4 metros. Se componen siempre de un delantero y una espalda, dos mangas y dos piezas más para los bajos. Dado que las prendas de tela eran caras y difíciles de transportar al otro mundo, esos trajes pronto pasaron a hacerse con piezas de papel de arroz pintadas por eruditos. Los trajes más elaborados llevan piezas de papel adicionales. Puede haber figuras de papel recortado: los animales del zodiaco, símbolos budistas, flores, peces... a veces se prenden nubes de algodón en el delantero e incluso, más raramente, se pegan al traje objetos tridimensionales. Los trajes blancos eran siempre para mujeres. Si el delantero contaba con dragones o tigres eran masculinos, si pájaros y flores, femeninos. El conjunto se complementaba con sombrero y botas. Los devotos prendían al traje un tira de papel con su nombre y cuantía de la limosna que habían pagado a la tienda de papel que lo había fabricado y ese dinero se usaba para mantener el templo. Cuando se acercaba el festival lo descolgaban de la pared del templo, lo plegaban, ofrecían a su dios y lo quemaban. El fuego será el medio que convierta los trajes de papel de este mundo en seda en el otro, donde serán usados.
El uso más especial de ellas se hace en el 7º mes del calendario lunar chino. Entonces los espíritus regresan a la tierra y se abastecen de ropa y víveres por todo el año. En los altares domésticos suelen depositarse naranjas, té, bizcochos y alcohol. Pasados dos días las ofrendas se renuevan, puesto que se vuelven "insípidas" ya que es el tiempo que tardan los espíritus en consumir su sustancia, su sabor. Los espíritus a quienes no quedan descendientes en la tierra vagan en esas fechas buscando comida, de ahí el nombre de este periodo: "el mes de los Espíritus Hambrientos". Para evitar su ira, personas anónimas dejan las ofrendas en las calles. El espíritu principal a cargo de estas almas perdidas es Kuei Wang (Rey de los Demonios), y él es el encargado de evitar la furia de los hambrientos en el mundo material. El Rey de los Demonios tiene una doble vertiente: al final del festival se quema la imagen de Kuie Wang para devolverle al otro mundo y entonces renace como Kuan Yin, la Diosa de la Misericordia, hasta que vuelvan los muertos al año siguiente.
Más incluso que la cultura occidental, la cultura tradicional china daba gran importancia a la manera de vestir. En el cumpleaños de un dios o el aniversario de la muerte de un antepasado, los devotos o parientes llevaban esa ropa al templo o al cementerio como ofrenda para el destinatario: de este modo estaría "bien vestido" durante el año siguiente.
Los trajes de papel podían llegar a ser muy elaborados y de gran tamaño; algunos de hasta 4x4 metros. Se componen siempre de un delantero y una espalda, dos mangas y dos piezas más para los bajos. Dado que las prendas de tela eran caras y difíciles de transportar al otro mundo, esos trajes pronto pasaron a hacerse con piezas de papel de arroz pintadas por eruditos. Los trajes más elaborados llevan piezas de papel adicionales. Puede haber figuras de papel recortado: los animales del zodiaco, símbolos budistas, flores, peces... a veces se prenden nubes de algodón en el delantero e incluso, más raramente, se pegan al traje objetos tridimensionales. Los trajes blancos eran siempre para mujeres. Si el delantero contaba con dragones o tigres eran masculinos, si pájaros y flores, femeninos. El conjunto se complementaba con sombrero y botas. Los devotos prendían al traje un tira de papel con su nombre y cuantía de la limosna que habían pagado a la tienda de papel que lo había fabricado y ese dinero se usaba para mantener el templo. Cuando se acercaba el festival lo descolgaban de la pared del templo, lo plegaban, ofrecían a su dios y lo quemaban. El fuego será el medio que convierta los trajes de papel de este mundo en seda en el otro, donde serán usados.
La sastrería del Más Allá, Leo Haks. FMR, septiembre 2004
Mira qué tradición más bonita de honrar a los espíritus; me encantan que les vistan y les dejen comida, así la sensación de que están presentes y tenemos que seguir pensando en ellos es mayor.
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