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domingo, 22 de agosto de 2010

Paraísos de mármol

Cabría comenzar por unos versos del Poema Paradisíaco de D'Anunzzio, el más grande de los simbolistas italianos, para aproximar el sentido de esta incursión por la iconografía angélica moderna: "... sapori non terrestre, e non mortale/ bocca, e piú bianche nel silenzio intente/ le statute guardavan la profonda/ pace e sognavano indecibilmente...". La conjunción de unos movimientos estéticos, como Simbolismo y Esteticismo, en la base de las creaciones escultóricas modernistas, las va a dotar generalmente de unos amplios contenidos, ricos en matices y en transferencias simbólicas. Mucho más, en caso de sujetos temáticos que ya tradicionalmente han sido elementos alegóricos, como en el caso de los ángeles, que ha supuesto, a través de los tiempos y de la historia del arte, una de las formas habituales de conectar dos mundos, el sensible y el espiritual, por el papel de intermediarios entre los hombres y la divinidad.

El ángel ha aparecido siempre en relación con los temas funerarios, cumpliendo diversos cometidos: como conductor y guía de las almas, como guardianes de las tumbas, o como expectativa y promesa del paraíso celestial. Sin embargo, poco tienen que ver esas representaciones de ángeles, desde el contenido estrictamente religioso, con el tratamiento que esta imagen va a recibir en la cultura europea de fin de siglo. Un tratamiento mucho más acorde con una visión o estado poético, en el que se mueven las distintas artes, capaz de integrar lo más espiritual con lo mundano y de reducir a intereses exclusivamente de orden estético, elementos de la reflexión sobre la muerte, el silencio, el dolor del adiós, el destino y la fugacidad de las cosas.

El ángel del arte modernista puede sufrir trasvases de contenido, sin que se alteren para nada sus capacidades de expresión. Se encuentran lo mismo en la escultura de cementerios, que en los monumentos a poetas ejerciendo el papel de "La Musa", lo mismo encarnan esa visión poetizada de la muerte, intimista y subjetiva, que son metáforas del amor ideal, dentro de un caso de máxima ambigüedad y polisemanticidad, respecto a sus contenidos iconográficos.

Nuestro trabajo intenta ser una aproximación a los "tipos" angélicos, tal y como se presentan en la escultura funeraria de la última década del siglo XIX y primeros años del XX, sin renunciar a identificar sus fuentes y ascendientes en la pintura, y sobre todo en vistas a enunciar su valor de "poesía congelada".

Si en otros momentos de la cultura visual, han surgido textos que determinaron explícitamente las configuraciones visuales, estos ángeles son una posibilidad de poetización esencialmente esteticista, ajena tanto a la reflexión intelectual o moralizante de otros momentos (Humanismo), y lejos también de la dimensión más narrativa y exteriorizadora de un programa barroco o romántico. La escultura funeraria conoce además, en este momento cronológico, una fuerte revitalización y se convierte en el refugio de la casi totalidad de la producción modernista-simbolista. En la mayoría de los casos se conecta con las fuentes literarias del propio modernismo, que proporciona el tono, el gesto, la concepción y refuerza su significado lírico. Ello no puede extrañar en un momento artístico donde la sinestesia baudeleriana figuraba como la aspiración compartida de los diversos géneros artísticos.

Los elementos icónicos distintivos del "ángel" son esencialmente dos: la referencia a su condición de espíritus, es decir, "luminosidad" o resplandor, traducido también por "blancura" especialmente en las túnicas; y "alas", esto es, ligereza, capacidad de volar, con todo lo que supone en relación con la " elevación", sea el sentido religioso, laico o neoplatónico. Por supuesto que sólo contamos ahora a los ángeles que podemos llamar "leales", no al ángel caído ni tampoco a los inquietantes ángeles neutros, castigados a purgar su neutralidad viviendo con los mortales y sin diferenciarse de ellos. Además, el ángel modernista va a contar con algunos motivos iconográficos específicos y constantes, básicamente su encarnación femenina y su simbiosis con la flor.

FIGURAS ASIMILABLES AL ÁNGEL

Desde los epígonos del romanticismo, podemos identificar durante la segunda mitad del XIX, una serie de tipos que comparten unas características con la imaginería artística del ángel.

EL HADA: Figura femenina, procedente del mundo de la recreación literaria del cuento o la leyenda. Interesó en muchas ocasiones a la pintura, como elementos comunes con el ángel simbolista, comparte su carácter de "aparición", generalmente luminosa, también el benéfico o de intermediario. En una tumba infantil del cementerio de Soto del Barco (Asturias), la figura del ángel de la Guarda, que conduce a una niña hacia el sendero verdadero, conecta perfectamente con esta iconografía.

EL PÁJARO. LA FUNCIÓN DE MENSAJERO: En el cuadro de Dante Gabriel Rosetti, Beata Beatrix (1864), el pájaro mensajero de la muerte tiene un nimbo de luz sobre su cabeza y lleva en el pico una adormidera símbolo de la muerte y del sueño. Puede ser el equivalente del ángel anunciador.

LA MUJER ANGÉLICA: Responde al tipo femenino más espiritualizado de la tradición artística del prerrafaelismo, surgida a la vez del "revival" de la figura de Beatriz, tan del gusto ya de toda la tradición que viene de William Blake. Siempre se rodea de un paralelismo floral cuya significación vendrá claramente expresada en la literatura. Puede llevar una estrella sobre la frente con la consiguiente implección de un significado múltiple: Virgen María, Doncella Bienaventurada de Dante, Amor Ideal...

MUJER SENSUAL: Algunos ángeles, y especialmente varios del cementerio de Oviedo y de Derio, así como la figura que protege la entrada del panteón de Concha Heres en Grado (Asturias), por citar sólo unos ejemplos muy típicos, suponen simplemente la sustitución de ese rostro genérico e ideal, por un retrato de mujer, con peinado a la moda, de gran realismo y con túnica ajustada que desvela las formas femeninas y las potencia con fuerte erotismo.

ÁNGEL-VAMPIRO: Tratado como ángel de la muerte, encontramos un ejemplo en la tumba del poeta Vital-Aza, un ángel de bronce, con alas extendidas de aspecto amenazador e inquietante. Este tipo se asimila más bien a las amenazadoras figuras híbridas de la pintura de Khnopff (Medusa dormida, por ejemplo, de 1896). No es, sin embargo, una figura del ángel caído, cuya representación más relevante es la realizada por Basterra para el cementerio de Derio (Bilbao), en un agitado remolino y lleno de referencias rodinianas.

ÁNGEL-AMOR: El amor ha sido representado en la pintura simbolista a menudo como una figura alada. Ya no es el niño travieso, el "eros" renacentista, sino figuras de jóvenes masculinos o femeninos. Solomón lo representó así en Aube (1871), y Burne Jones, con el tipo andrógino característico, en El amor conduciendo al peregrino, alusión explícita al viaje de la vida y por ello implicado en esta visión relacionada con la muerte. Es una iconografía formalmente intercambiable por la de Tobías y el ángel, a cargo de los mismos elementos compositivos: el viaje, encontrar el camino perdido, el ángel como ayuda y mensajero celeste, y la fe como seguimiento confiado de las rutas marcadas. Sin duda aparecen otras variantes, pero su grado de constantes a lo largo de la iconografía religiosa, hace que no entren en esta revisión de lo que es más específico de la visión modernista. Son los ángeles-victorias, ángeles infantiles o puttis, ángeles acompañando el calvario, etc.

FUENTES LITERARIAS

En la escultura modernista funeraria, convive el ángel cristiano con el ángel exclusivamente poético o heterodoxo, relacionado con los datos de una mística distinta: poesía, ensueño, deseo inefable de la eterna juventud y elevación a un mundo sublime.

Sus antecedentes próximos están en William Blake, donde encontramos casi todos los perfiles del ángel simbolista. El ángel-sueño, el ángel protector y, sobre todo, el ángel energía, deseo, en la heterodoxa visión que confunde ángel y demonio, o invierte sus conceptos. Un ejemplo aparece en el panteón de Muros de Nalón de A. Martínez (Oviedo) con dos ángeles en bajorrelieve cuya dependencia de la miniatura medieval es claramente perceptible, pasada por la aportación de W. Blake.

En el núcleo literario prerrafaelista aparece un tipo de ángel asimilado a la mujer idealizada. La Doncella Bienaventurada de Dante Gabriel Rosetti, cuya túnica adornaba una rosa, "merced de María", de largos cabellos, teje guirnaldas "para aquellos que acaban de nacer después de muertos, y está inmersa en una luz de ángeles"; "la luz se agitó hacia ella, llena de ángeles que volaban muy alto...". El poema titulado "Para un Cuadro" habla de una belleza "tan conocida, por el flotante pelo y agitada túnica".

En este autor se percibe, a pesar de su contenido religioso, algo de esa heterodoxia poética del ángel-mujer. Los escritores plenamente simbolistas, abundan en la referencia a las alas. Éstas asumen el contenido de lo trascendente y el de la libertad.. El ángel y el pájaro representan el fluido espiritual a que se refiere Marcel Raymond, aspiración de catarsis y alegoría de la poesía pura. El poeta (Baudelaire) se mueve en un más allá espiritual, gracias al conocimiento simbólico, tiende a despojarse de lo sensible y evoca otra vez la mística neoplatónica, el ángel se percibe pero se torna invisible.

Bajo la iconografía angélica se produce esa inflexión de la estética simbolista que abandona la proximidad impresionista para alcanzar una dimensión eterna de los momentos. En las Iluminaciones de Rimbaud abundan las imágenes alegóricas del tiempo eterno y del tiempo contingente. Los ángeles se instalan en un mundo donde no transcurre el tiempo, suponen la eterna juventud y la eterna belleza, como los ángeles funerarios siempre jóvenes que, aun bajo la materia escultórica, con sus largas túnicas movidas por vientos espirituales, aparecen trascendidos e ingrávidos.

En las Elegías de Rainer M.a Rilke, se alienta dar cuerpo a lo invisible y alcanzar el espacio de lo eterno, prohibido a los vivos. Rilke reflexiona en presencia de las esculturas de Rodín (como es sabido, la principal fuente plástica de la escultura modernista que en España heredan los ángeles de Basterra). En 1899 escribe Para Festejarme, uno de cuyos epígrafes titula "canciones angélicas". Sus ángeles rompen los conceptos católicos de la muerte, el más allá y la eternidad. Pretende dotar de una sola unidad a lo visible y a lo invisible, de tal manera que la vida y la muerte se funden. Sólo los hombres vemos la muerte, los ángeles caminan por lo eterno: "Los ángeles, se dice, no sabrían a menudo si andan entre vivos o muertos." Rilke (1912-1922).

José Jiménez ha dejado una magnífica interpretación de la imagen del ángel, ejemplificando su versión modernista en la poesía de Juan Ramón Jiménez (10). Los ángeles son vagos, leves, se confunden en el ensueño y en el crepúsculo con la mujer y con la rosa: "¿... es ángel, mujer o rosa/ la visión de las ventanas?".

Ángeles siempre unidos a la luz, cuando se van llega la noche. Ángeles "bellos como vírgenes blancas", con el lenguaje plástico de J. R. Jiménez, se despliega una iconografía angélica cercana a los cuadros de Arnold Bócklin, como en el pema "Melancolía". "En la nube perdían sus albísimos peplos". No es extraño que esta referencia concreta a un tipo de vestidura, reaparezca en la escultura funeraria.

El ángel luminoso es también el "ángel de los esplendores", como en el cuadro de Delville (1894). Su oponente es el ángel de las tinieblas, el ángel negro, el ángel con alas de murciélago o evocador de los cuervos, malos presagios y premoniciones de la muerte. Así lo encontramos en Rimbaud.

Un elemento indispensable en la iconografía del ángel funerario es el acompañamiento de flores. Guirnaldas, cestillos, coronas, ramos que llevan en las manos y que tienden a esparcer en un gesto constante sobre las tumbas. Las flores han sido metáforas de lo transitorio, como indicio de la brevedad y la fugacidad de lo bello y de la vida. Ya en la Biblia se recogía esta simbología: "El hombre nacido de mujer vive corto tiempo y está lleno de inquietud: crece como una flor y como una flor cae, huye como sombra y no queda nada de él".

En el arte modernista se utilizaron distintas especies. Para los prerrafaelistas fue preferida el lirio y la azucena, que no falta en la pintura y vidrieras. La rosa, evocó también la nostalgia de la juventud perdida, por ejemplo en Charles Swinburne, aborda el tema de la rosa en su poema Ante el espejo, "brillantes espectros". La imagen de la flor que se desvanece está en casi todos los simbolistas. Baudelaire, en Harmonie du soir, habla de cómo "chaque fleur s'evapore ainsi, qu'un encensoir", y con frecuencia es la alegoría misma de la mujer para los artistas plásticos. La Salomé de Emily Fabry (1892) coronada de flores blancas, el Abril de Maurice Denis (1892), las muchachas que velan El sueño de Puvis de Chavannes (1883) arrojan flores sobre la tierra y pétalos gigantes acompañan a Pandora en la obra de Odilon Redon.

Conocemos también la identificación que se llevó a cabo en las artes decorativas del modernismo, donde la mujer y la flor están imbricados, fundidos, como en las joyas de Lalique. En el Monumento a Chopín de Froment Maurice, del Parc Monceau de París, el ángel esparce flores sobre el artista muerto, de la misma forma que se repite abundantemente en los ejemplos de los cementerios del norte de España. Por ejemplo, en el panteón Arnott y dos anónimos del cementerio de Oviedo. A veces se entreteje el tema de la rosa y la espina como recuerdo de la antítesis dolor-gozo.

En los panteones de americanos o "Indianos" suelen aparecer camelias, flor importada a sus jardines, como la magnolia. Además de ser una flor llena de vestigios románticos.

Las guirnaldas que sostienen algunos ángeles así como las que ciñen a representaciones escultóricas de jóvenes muchachas, podemos entenderlas en conexión con el tema de la fusión de los muertos con la vegetación. En el Cementerio Marino trata Paul Verlaine ampliamente de esa vida subterránea, bajo las raíces de los árboles.

Evidentemente, que esta iconografía diere mucho de la del ángel que porta laurel, más bien funcionando como la Musa o coronando al Poeta [ejemplo, el monumento a Teodoro Cuesta, por Arturo Sordo, en Mieres (Asturias)], o cuando portan palmas, signo tradicional cristiano de la victoria sobre la muerte. En el caso concreto de los cementerios de Asturias, destacan las obras realizadas por Arturo Martínez, Braulio Álvarez Muñiz, Arturo Sordo, Ángel A. Falcón, Cipriano Folgueras y tantos otros. El ejemplo seleccionado para la documentación gráfica es de B. Álvarez Muñiz y nos parece que puede condensar las constantes apreciadas en esta escultura, también en otros muchos cementerios y autores. Básicamente Aniceto Marinas, Basterra y amplias muestras en los modernistas catalanes.

PARAÍSOS DE MÁRMOL. LA IMAGEN DEL ÁNGEL EN LA ESCULTURA FUNERARIA MODERNISTA, M.ª Cruz Morales Saro

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