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lunes, 19 de julio de 2010

Visión Memorable

Un ángel vino a mí y dijo: «¡OH, joven necio, digno de lástima! ¡Horrible, espantable estado el tuyo! Piensa en el calabozo abrasador que te preparas por toda la eternidad y a donde te lleva el camino que sigues».
Yo dije: Tal vez podrías mostrarme mi lugar eterno. Juntos lo contemplaremos hasta ver qué sitio es más deseable: el tuyo o el mío».
Entonces me llevó a través de un establo, a través de una iglesia y, después, hacía abajo, a la cripta de la iglesia cuyo extremo había un molino. Entramos al molino y llegamos a una caverna. A tientas seguimos nuestro tedioso trayecto, bajo la tempestuosa caverna hasta llegar a un espacio vacío que apareció sobre nosotros como un cielo; agarrándonos a las raíces de los árboles logramos colgarnos dominando esta inmensidad.


Entonces dije: «Si quieres, nos abandonaremos a este vació para ver si también en él está la Providencia. Si tú no quieres, yo sí quiero.»
Mas él respondió: «Joven presuntuoso. ¿No té basta contemplar tu lugar estando aquí? Cuando cese la obscuridad, aparecerá.»

Permanecí entonces, cerca del Angel, sentado en los enlaces de las raíces de un roble, y el Angel quedó suspendido en un hongo que colgaba su cabeza sobre el abismo. Poco a poco, la profundidad infinita tornóse distinta, rojiza como el humo de una ciudad incendiada. Sobre nosotros, a una distancia inmensa, el sol negro y brillante. En torno al sol, huellas de fuego; y sobre las hullas caminaban arañas enormes, arrastrándose hacía sus víctimas que volaban o, más bien, nadaban en la profundidad infinita, en forma de animales horribles, salidos de la corrupción; y el espacio estaba lleno y parecía por ellos formado. Son los demonios, llamados Potencias del aire..


Pregunte a mi compañero cuál era mi lugar eterno. Y dijo: «entre las arañas negras y blancas». Pero en ese momento, entre arañas negras y blancas una nube de fuego estalló rodando a través del abismo, ennegreciendo todo lo que se encontraba bajo ella al punto que el abismo inferior quedó negro como un mar y se estremeció con un ruido espantoso.

Nada se podía ver sobre nosotros sino una negra tempestad hasta que, mirando hacia Oriente, entre las nubes y las olas, vimos una cascada en medio de sangre y fuego y, distante de nosotros sólo unos tiros de piedra, apareció nuevamente el repliegue escamoso de una serpiente monstruosa. Por último, hacía el Oriente, cerca de tres grados distantes apareció, sobre las olas, una cresta inflamada; se elevó lentamente como una cima rocosa, y vimos dos globos de fuego carmesí, y el mar se escapaba de ellos en nubes de humo. Comprendimos que aquello era la cabeza de Leviatán: la frente surcada de estrías de color verde y púrpura como las de la frente del tigre; de pronto, vimos sus fauces, y sus branquias rojas teniendo el negro abismo con rayos de sangre, avanzando hacia nosotros con la fuerza de una existencia espiritual.

El Angel mi amigo escaló su sitio en el molino. Quedé solo. La aparición dejo de serlo. Y me encontré sentado en una deliciosa terraza, al borde de un río, al claro de luna, oyendo cantar a un arpista que se Acompañaba con su instrumento. Y el tema de su canción era: «El hombre que no cambia de opinión es como el agua estancada: engendra los reptiles del espíritu.»


Enseguida me puse en pie y partí en busca del molino adonde encontré a mi Angel que, sorprendido, me preguntó cómo había logrado escapar. Respondí: «Todo lo que vimos procedía de tu metafísica; después de tu fuga, me hallé en una terraza oyendo a un arpista, al claro de luna. Mas ahora que hemos visto mi lugar eterno ¿puedo enseñarte el tuyo?» (...) Siempre me ha parecido que los Angeles tienen la vanidad de hablar de sí mismos como si sólo ellos fueran sabios; lo hacen con una confianza insolente que nace del razonamiento sistemático.


2 comentarios:

  1. Como fiel seguidora del siglo pasado y todas su rarezas, debo decir: ¡Gran blog! Enlazada estás.
    Un saludo.

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  2. Todo un honor y un placer. Muchas gracias

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