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lunes, 31 de mayo de 2010

Fetichismo y el deseo de coleccionar

“Para coleccionar hay que amar los objetos por encima
de todas las cosas, amarlos con las manos, además,
acariciándolos.” Estrella de Diego.




El gusto por adquirir objetos a muy temprana edad es de alguna forma un modo de descubrir el mundo, un modo de clasificarlo y analizarlo, una manera de mantener viva la curiosidad imprescindible en la infancia, la misma que es una quinta esencia del ser humano y que con el paso del tiempo y con el conocimiento adquirido va perdiendo “gracia” en la adultez.

El coleccionismo antes de los diez años, sólo es una reunión confusa de objetos heteróclitos. Si se profundiza un poco el origen del maremágnum, se comprueba que entre esos objetos existen relaciones que escapan a nuestra lógica de adultos, pero que pueden satisfacer la lógica infantil. El coleccionismo permite al niño adquirir inconscientemente un conocimiento más profundo de los objetos, clasificarlos, ponerlos en serie, compararlos entre sí. El niño establece así categorías, que no siempre se enuncia con claridad a si mismo, pero que no por eso deja de existir, y le permite orientarse, de un modo completamente personal, entre la multiplicidad de objetos y seres que le rodean. El gusto por el coleccionismo se da en la infancia como un conocimiento primario del mundo, un descubrimiento del exterior que alimenta el interior en forma de curiosidad y comprensión. Y de este modo, el coleccionismo que se da en la adultez se presenta como un modo de añoranza por ese mundo que se deja de admirar, de distinguir, por los sentidos que cada vez se hacen más débiles en su función.


El gusto de coleccionar surge alrededor de los 6 años de edad, hoy en día los niños coleccionan: taps, cromos, juguetitos que vienen por la compra de alguna cosa. Entrando a la pubertad, hacia los 9 ó 10 años el gusto puede cambiar a colecciones de hojas secas, insectos, monedas y hasta estampillas.

Aunque con el avance de la tecnología y de la información se ha planteado la interesante posibilidad de que los recuerdos “(…) o historias tienen que ser coleccionados a través del video, así como los cambios que le ocurren a los edificios y al paisaje a través del tiempo se coleccionan “a través de un filme””, no necesariamente el video se debe convertir en la única manera de guardar recuerdos como colección; la escritura o el diario son también formas bastante confiables de coleccionar un recuerdo, al igual que el dibujo, el cual se constituye en una buena fuente de información a través del detalle dado por el autor, y el cual puede transmitirse por distintos medios.

La colección como tal se puede dar de distintas formas, cada uno de nosotros hace uso de cualquier medio para conservar los recuerdos, imágenes y memorias, fuera del medio conocido de guardar y conservar objetos. Las colecciones personales van cambiando a medida que vamos creciendo y son estas a las que con el tiempo se le dan diferencias marcadas de estilo, medio y forma, según lo que se quiera conservar en cada colección.

El hecho de coleccionar conserva como uno de sus motivos principales el generar un sentido de pertenencia sobre algún objeto, poder decir que algo es propio y personal es un aliciente a conservarlo, también es una forma de mantener la mente ocupada en adquirir nuevas cosas y de conservarlas de diversas maneras (como el video, la fotografía, el dibujo), así la colección se convierte en una motivación constante, al anexar cada vez mas objetos nuevos y atribuirles una idea o una anécdota por más simple que sea.

El mundo privado , aquello que tenemos en nuestras mentes y no nos atrevemos a contar, es aquel mundo ajeno y alejado de todo lo que vemos y sentimos en la vida diaria, es un lugar construido por la mente al cual podemos entrar y salir, donde nos llenamos de nuevas ideas, de visiones distintas de este mundo real pero inspirador. Todo esto es producido gracias a las ideas que nos proporcionan los objetos, el lugar de procedencia nos remite no solo al lugar real sino que nos transporta a un lugar imaginario. Lo anterior teniendo en cuenta que en la infancia es mucho más factible interactuar con mundos soñados que en la adultez.

Se puede decir entonces que somos lo que podemos recordar a través de algo, en este caso un objeto que nos permite relacionarlo con una imagen para remitirnos a algo más profundo. El hombre ata un pedacito de su alma a cada objeto coleccionado y ya que cada cosa marca un momento de la vida de cada persona, observando la colección cada persona puede hacer una línea del tiempo de su propia vida a través de objetos simples pero con significados complejos.

1 comentario:

  1. No podría estar más de acuerdo con este artículo. Soy la reina del coleccionismo de objetos brillantes y absurdos, lo hago desde que tengo uso de razón...

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